20 de noviembre del 2022.
Coloquio: Mirar el mundo desde la no-ficción.
Feria del Libro de Miami, Miami Florida
“Presentación de libro Diáspora y Desarrollo, Volumen 2.
Buenas Tardes.
Gracias a la Feria del Libro de Miami por habernos extendido la invitación.
En especial a Mariela Gal por haber organizado este coloquio. A Ines Hebrarb, Deyanira Navarrete, Sergio Andricaín y el resto del diligente equipo que han logrado que esto pueda darse hoy.
Agradezco por igual la presencia de tan distinguido grupo de autores, Dania Pardo, Alberto Muller y a nuestro moderador para hoy, el valioso Alfredo Triff.
Amantes de la lectura, la cultura y la buena conversación aquí presente.
Amigos todos,
Buenas Tardes,
Mirar el mundo desde la no-ficción
A diferencia del parecer colectivo que dicta que los escritores de ficción son posiblemente más creativos e innovadores que aquellos que optan por escribir sobre temas reales, es decir, la no-ficción, en cierto modo puede que esa percepción esté limitada a la valía de la intuición y no propiamente como resultado de la experiencia.
No niego que el escritor de no-ficción conviva en una paradoja y que sus escritos van de manera paralela sobre los estados del tiempo, hilvanando sus ideas entre el alimento que cede el pasado, el presente y el futuro. El escritor de no-ficción, se apoya en todo aquello conocido, todo aquello que vive y todo aquello por venir, definiéndolo por vía de la sensatez de lo posible, según esos tiempos lo puedan otorgar. Y lo hace con argumentos extraídos de la investigación que a su vez parecieran estar ajenos a lo ingenioso y lo ilusionado o a lo irreal y lo imaginado. Pero es de ese mundo de ficción que los autores de no-ficción mejor encuentran sus justificaciones.
Los que hemos optado por escribir en el marco de la no-ficción, somos cada vez mejor en lo que comunicamos, porque continuamente nos exponemos a las lecciones que ceden las lecturas de textos de ficción. Es en la fábula que los autores de no-ficción descubren la reflexión y la coherencia que su argumento requiere. En lo infinito de lo posible es que encuentra las opciones que validan su inverosímil razonamiento.
Siempre estuve consciente que escribiría. Lo supe cuando niño, al querer definir mi vida a través de un guion cinematográfico, viendo los instantes de mi ser y yo mismo, como parte de las partituras de un libreto con banda sonora propia. Algo como pasar de la ficción hacia la no-ficción.
A los 13 años comienzo a coquetear con la posibilidad de escribir algo. Tomo como referencia a las personas que conocía en la vida real y las inserto en una trama de ciencia ficción que tomaba lo mejor y más complejo de las películas que había visto los veranos anteriores.
Media década más tarde, cuando inicio mi formación profesional como arquitecto, tuve la gratísima sorpresa de saber que estos diseñadores de espacios e inmuebles escriben tanto como lo que dibujan. Que incluso, mucho antes de hacer un levantamiento de las necesidades que supliría el proyecto o saber definir su posible composición funcional o plástica, estos tienen que fijar vastos conceptos imaginarios sobre un espacio real. Si se quiere, pasando de la ficción a la no-ficción. De algo que no existía a desarrollar algo que sí.
Pasado el tiempo, la arquitectura me sensibilizó al punto de que ya no podía verla tan solo como un instrumento de construcción o planificación urbana, sino como uno de propuesta cuyo fin sería el de impulsar la equidad social y el intercambio. Y ahí empodero el lápiz y lo convierto en un tallador de las cosas posibles para los que no tienen voz. Y comienzo a escribir tanto como dibujo.
Era necesario esa antesala para que comprendieran de donde salen mis pensamientos y mi compromiso con lo que escribo. Como los edificios o espacios ficticios que diseñé en la universidad o los reales que he creado luego de salir de sus aulas, ninguno ha partido de un sentido desechable o que pudieran ser vistos como chatarra. Todos y cada uno han sido elaborados con el propósito de permanencia, sobre el intercambio social. Al igual he hecho con mis escritos. Forjados con la intensión de que superen el momento, aportando al intercambio.
Ahora, ¿cómo llegué a escribir las piezas que componen Diáspora y Desarrollo ya fuese el Volumen uno o el dos, que les presento hoy? Pues les avanzo que fue por el reto que me extendiera una valiosa periodista dominicana residente en el exterior. A pesar de nunca haberme leído o escucharme emitir pensamiento social, político o económico, se le ocurre retarme a escribir un primer, luego un segundo y los siguientes veinte artículos que dieron paso a la definición de mi voz y con ello, mi postura sociopolítica al respecto de los latinoamericanos que viven exterior a sus países. Conste, que su intuición de poner a mi disposición las páginas de los periódicos para los cual trabajaba, lo hizo sin jamás haberme escuchado exponer un solo enfoque. Su percepción surgió de un intercambio de no más de media hora. Y por ello siempre le estaré agradecido.
Bueno, Diáspora y Desarrollo, Volumen 2. El documento afirma lo que quise lograr con el primero. Escribir a través del lente de un nacional en el exterior, que con sus palabras y enfoque es capaz de incidir e impactar la problemática de su nación de origen, porque su opinión es el genuino resultado de una experiencia muy diferente a la de los ciudadanos de su país. Y como serlo igual, si a diario estoy expuesto y convivo con una docena de culturas.
Los razonamientos que planteo, pretenden facilitar a aquellos que viven fuera de su nación de origen, propiedad para que puedan accionar y poseer una voz independiente y propia que llama las cosas por nombre. Está escrita ajena a compromiso político y rica en tópicos sociales, económicos y culturales que impactan a la diáspora en los Estados Unidos, y la promueve como instrumento de respuesta a las dificultades de sus naciones de origen.
Ahora, ¿por qué es importante escribir sobre esto?
281 millones de personas del mundo, viven fuera de su lugar de nacimiento. Ellos junto a las primeras dos generaciones, comprenden el mayor capital cultural, socioeconómico y político de sus naciones de origen. En fin, el más importante patrimonio de estas naciones en vía de desarrollo.
Miremos el componente de la transmisión de divisas desde los Estados Unidos hacia nuestras naciones de origen. A pesar del impacto de la pandemia, en el 2020, más de US$702,000 millones fueron transferido globalmente, mediante remesas. US$131,000 millones, desde Estados Unidos hacia Latinoamérica, el pasado año, según el más reciente Informe sobre Migración y Desarrollo del Banco Mundial.
Pero no solo es el poder de incidencia económica hacia nuestras naciones, sino aquí también. Veamos el parecer de una firma como Morgan Stanley, la cual públicamente enfatizó la percepción que ya existe en el empresariado norteamericano, fijando que, “Si la población latina de los Estados Unidos se midiera en términos de un país, por sí solo, sería el séptimo PIB más grande del mundo.” A ello le agregó que, “si no conoces personalmente a un latino, lo más probable es que dentro de poco tengas uno en tu familia. La demografía está cambiando drásticamente y para el 2060 habrá 111 millones de latinos en los Estados Unidos. En cuanto a la propiedad empresarial, todo está cambiando en el panorama de la economía estadounidense. 4.4 Millones de latinos abrieron negocios en este país. Suponiendo una tasa de crecimiento del 86% del total de las empresas creadas.
Aquellos que presten atención al segmento latino de los Estados Unidos, seguirán siendo competitivos y líderes en sus respectivas industrias.” Así piensa la directiva de una de las empresas de inversión mas grande de los Estados Unidos y del mundo.
Pero más allá de las cualidades económicas que poseen las comunidades latinoamericanas residentes en los Estados Unidos, incluso las remesas que impactan sus naciones de origen, está su capacidad crediticia, los equities de sus hogares y negocios, al igual que lo que estas guardan en sus cuentas de ahorros. Cifras impresionantes que, con políticas de inclusión económica en estas naciones, sus estados podrían verse increíblemente impactados.
Sin embargo, existen otras riquezas tanto o más importante que las económicas, como lo son las políticas y capacidad de incidencia sobre poderes locales y los propios en sus naciones de origen. Con el poder del voto de manera local, pueden incidir sobre la política exterior hacia sus naciones. Y con el voto en el exterior pueden ayudar a definir los perfiles de sus servidores públicos y hasta la presidencia.
Veamos la que considero ser la riqueza menos citada, la capacidad intelectual, y la posibilidad de transmitir esta hacia sus naciones de origen.
En fin, y como fijamos en la motivación de la contraportada del documento, lo escrito y expuesto en las páginas de los volúmenes de Diáspora y Desarrollo, es un resultado muy diferente a como hasta ahora se ha escrito sobre y desde la diáspora.
Lo hemos estructurado en capítulos que van de lo social a lo económico; de las relaciones exteriores a la política interior; de las instituciones a sus titulares; como de culturas ajenas y otras compartidas. En el documento también invito a cuatro latinoamericanos que viven fuera de su nación de origen, un peruano, una cubana, una colombiana y un venezolano, a escribir sobre sus diásporas, entendiendo que ellos representan el mejor de los recursos en favor del desarrollo democrático y económico de sus naciones de origen.
Entre los elementos que componen el libro, encontramos títulos como:
Remesa En Cuarentena; Filantropía: Esencia De La Diáspora; Diáspora En Dictadura; Cumbres, Migración y Realidades En Latinoamerica; La Economía De La Diáspora: …; Lo Innatural De La Naturalización; La Emancipación De Los Ausentes; Likes, Libre Expresión y Los Inmigrantes; El Precio De Todo y El Valor De Nada; Como Perdimos A Colón y Ganamos Un Mes…
Al igual que el primer volumen de Diáspora y Desarrollo, aquí también opto por cerrar el libro con un capítulo que trata temas personales. En aquella ocasión lo hice con un tributo a la inmigrante que me trajo y en esta ocasión al cubano que me crio, a quien aún le debo.
Tuve la gracia de contar con el prólogo de la excongresista estadounidense, la ecuatoriana, Debbie Mucarsel-Powell.
Siempre he creído en el tiempo y los espacios donde la sociedad opta por construir referentes. Mas que el libro mismo, guardo fe en los intercambios que puedan surgir de su lectura y los enfoques sobre los conceptos de diáspora y como estas son importante para el desarrollo de sus naciones de origen, que se transmitan como eco. Ese es el mayor de los aportes que creo que pudiera lograr el texto.
Que tal si les leo algo.
Uno que otro párrafo del escrito titulado “Haciendo Patria en Casa Ajena”, del Capitulo Migración y sus Políticas.
“En el verano del 2016, concebí mi regreso e inserción a mi comunidad dominicana en el sur del Estado de la Florida, de la manera más responsable y filantrópica que pudiera pensar en ese momento. Una aproximación lo más estrecha posible a los individuos que la componen y un tanto alejado de las organizaciones sociales o políticas que durante décadas, con mérito o no, se atribuían su liderazgo y representación.
Lo cito así, porque no estaba en mí, juzgar al regresar. La apatía y falta de integración entre los nuestros, siempre ha sido tema de estudio en la Florida. Y estos que se designaban como paladines, no eran del todo culpables de esa desunión. Los dominicanos que llegan al sur de los Estados Unidos, a diferencia de los que viven en el norte, gravitan hacia el repelo de todo lo dominicano, en vez de atraerse hacia ello. Puede que la calidad del clima y las vastas ofertas de atracción que brindan las ciudades de Miami, Orlando y demás, impide su atención hacia todo lo dominicano. Yo, por mi parte, he llegado a definirlo como un mal cultural y reflejo espejo del comportamiento entre los estamentos sociales en la isla. Y dejémoslo ahí.
Me convencí desde el principio, que el gesto de regresar a todo lo dominicano en el exterior, el cual originó en el pecho y luego confeccionara en la psiquis, debía poseer valores altruistas, ser implementado con métodos sencillos, pero, sobre todo, debía ser único y novedoso. Con ello entendí también, que visto que la estática comunidad de siempre a veces tenía más comunicadores que medios por donde difundirlos, por lo que era más factible el optar por escuchar. Era y siempre había sido un dilema entre nosotros. Habían más de los que hablaban, que de los dispuestos a oír.
No recuerdo saber de nadie que lo estuviera haciendo. Percibiendo. Aguzando el oído. Prestando atención a lo que el dominicano en el exterior quería, pensaba o tenía que decir. Sin restar méritos los que construyeron los cimientos de esta comunidad, contra viento y marea. Ya fuesen los locutores, los gremialistas y sus filiales, como los que hacían pininos en esta nueva metrópolis. Pero resulta que, al momento de salir en busca de los míos, no vi que nadie estuviera escuchando. Y es por ello por lo que visualicé mi regreso a través de ese particular sentido.
Entonces, por medio de conversaciones de tú a tú, con miembros de la comunidad dominicana en el Estado de la Florida, que a diario hacían Patria en casa ajena, acepté que, conversando y en comunión, podía ser la mejor forma de llevar el corazón en la mano, al aproximarme a la diáspora que me esperaba.
En esos intercambios, conocí sobre las historias individuales de los inmigrantes de mi tres-cuarto de isla. Y en los relatos de esos expatriados, siempre fui capaz de encontrar orgullo y lecciones que, luego de haber sido exteriorizadas públicamente, le han servido de referencia a otros tantos como nosotros.
Los seleccionados, en su mayoría, han sido personas ajenas a la luz pública. Figuras, cuyos actos cotidianos muy a menudo quedaban ocultos, a pesar de ser capaces de traer albor a los sacrificios, entregas y significado de la vida de muchos. Estilistas, chefs, banqueros, agentes de bienes, gomeros, maleteros, ama de llaves, mecánicos, corredores de seguros, microempresarios, médicos, arquitectos, chóferes, gerentes, actores, técnicos, activistas y líderes comunitarios. Todos nuestros. Todos aquí para trabajar y hacer del término “dominicano”, uno de orgullo.
En ese medio centenar de intercambios con dominicanos que a diario hacen Patria en casa ajena, he confirmado elementos comunes en sus experiencias, que incluso, ya sospechaba. La primera lo era que, todos partieron hacia América, más que con sueños de oportunidades, con ambiciones acordes con sus capacidades. Los dominicanos llegaron a trabajar. Se requiere de mucho coraje, iniciar de nuevo. De querer y creer dejarlo todo atrás. De estar dispuesto a comenzar desde cero. Para ello, no solo hay que tener hambre emocional y económica, la valentía es inevitablemente vital.
Lo segundo que identifiqué, lo fue, el sentido de abandono y falta de representación que sienten. Se quejan del liderazgo que se le ha enviado para representarlo y del local, que no acaba de aparecer para representarlo con la dignidad que se merecen. Y créanme que es difícil salir a representar una comunidad apática, pero ya es hora de aquellos que han salido a hacerlo, se les del justo valor a su dedicación.
Y, por último, he logrado captar una similitud que nunca imaginé posible. Que todos eventualmente se ven regresando.”
Algo así se desarrolla uno de los elementos que componen el libro. Intercambios con razonamientos que pretenden facilitar a aquellos que viven fuera de su nación de origen, propiedad para que puedan accionar y poseer una voz independiente y propia porque saben quiénes son y cuál es su potencial rol en su lugar de nacimiento. Apoyado en todo aquello conocido, todo aquello que viven y todo aquello por venir, definiéndolo por vía de la sensatez de lo posible. Como hacen los que escriben desde la no-ficción cuando son capaces de nutrirse de la ficción que brinda el deseo sano, coherente y sensato. Ya sea en favor de su interés propio, el de su familia o el de la nación que lo vio nacer. Forjando con el propósito de permanencia, sobre el intercambio social la intensión de superar el momento, aportando al intercambio. Y entendiendo que la nación que sueñan aún existe.
Buenas noches.