Escribiendo en época de Navidad y en la era de los refugiados y los inmigrantes, desde un país en el cual continuamente soy recordado que no es el mío, llega el fin de año, y con él, el inicio de otro ciclo de vida desde la diáspora. Físicamente lejos de la nación dominicana, tal como hacen todos mis compatriotas para esta época de pascuas, preguntándome, ¿Cuándo regresaremos?

Idóneo momento y lugar este fin de año, para recurrir al pecho, cuando se decide escribir sobre las esperanzas de lo venidero para uno y para la Patria. Porque al menos que sea que estés en el Aeropuerto Internacional de las Américas, en fila para regresar al exterior, el corazón no reconoce que es el último domingo del año, ni que sus impresiones puede que queden sin leer, por causa de la fecha en la que serán publicadas. Sin embargo, ya seas tú o él mismo el que las emita, hay que plasmarlas.

Luego de varias semanas de sopesar sin escribir, arribo al vislumbro del 2019 como punto optimista y ajeno a la fragilidad con la que se le pudiera caracterizar de antemano. Trazando desde ahí, desde el pecho, porque a pesar de que el corazón a veces peca de ingenuo e ignorante, ese musculo y motor de las ambiciones del cuerpo, la mente y el tiempo, resulta ser la fuente más sincera del hombre.

A pesar de las decepciones, desencantos y aspiraciones amputadas, como dominicano “ausente”, como se nos tilda, percibo este nuevo año que se avecina, como la antesala de lo que será el inicio de una época de transformación social y política en la media isla del Caribe, con nosotros, “los de fuera”, como parte de sus soluciones.

Lo que ha de acercarse es un periodo que también posicionará a las comunidades dominicanas alojadas en las diferentes diásporas de América y Europa, repelándolas de las influencias segregacionistas y minúsculas que vienen desde la media Española, permitiéndole a todas, elevar su perfil e iniciar finalmente los valiosos e intangibles aportes que tanto requiere la Patria por parte de ella.

Pese a la visible modernidad que refleja la República Dominicana, sus avances tecnológicos y de servicios o el mismo incremento económico y las propias ambiciones de las últimas décadas, los vientos de la equidad y el acceso a las oportunidades que estas brindan, ya han cruzado el punto donde es necesario rebobinar la brújula moral y con ello la de la justicia, la de la sociedad y sobre todo la de los electos a representarla en los órdenes culturales, económicos y políticos.

Lo comprendo así, esperanzado en que las agendas que rigen tanto a los compatriotas de manera individual como a la de los demás estamentos sociales del país y de las comunidades dominicanas en el exterior, acepten que, este es un periodo que traerá conclusión al comportamiento acusador y desmenuzante que durante décadas venimos amontonando. Afirmemos todos que, no podemos continuar trazando soluciones de manera egoísta, miope y unilateral.

Para los que vivimos en el extranjero y seguimos atado a la Patria, vemos que en el 2019 una diáspora que, además de ser partícipe en las tomas de decisiones en la República Dominicana que le puedan afectar directa o indirectamente, también debe serlo en las localidades donde se encuentra. Por ello es necesario un “Plan de Desarrollo para la Diáspora”. Una especie de iniciativa en colaboración intencionada, por parte de los miembros de nuestra comunidad y sectores no-políticos en el exterior y no por las figuras que nos fijan los partidos.

Ser miembro de un partido político no te define como dominicano, como tampoco lo hace ser fanático de un equipo de pelota. Por lo que creo que en este periodo de reorientación socio-cultural nuestra, las políticas que se definan en favor de las diásporas, además de ser sectoriales y locales, también deben ser definidas, estructuradas e implementadas por los miembros que la componen.

Sabemos que los Consulados Generales y el recién estructurado Instituto del Dominicano en el Exterior -INDEX poseen grandes y nobles gestos en ser los facilitadores de procesos de este tipo. Sin embargo, la iniciativa de un “Diálogo de la Diáspora” en favor de un Plan de Desarrollo para la Diáspora que arroje políticas de inserción o legislaciones claras, productivas y sostenibles en el tiempo, deben venir de los miembros de la comunidad. Que surja de las mismas organizaciones y figuras locales de las diásporas y no de gestiones temporales de estos estamentos de la nación, aunque acepto que el ejercicio pudiera ser logísticamente facilitada por los recursos humanos y presupuestarios de estas. La visión sectorial y local de lo que requiere una comunidad, es y deberá siempre ser producto de la facilitación de sus actores y organizaciones locales y no desde aquellas instituciones que dictan desde fuera.

La idea de un Diálogo de la Diáspora y un posible Plan de Desarrollo es un aporte que se añade a las propuestas que vengo haciendo desde hace ya un tiempo. Y que complementan los esfuerzos de mucho otros. Porque los dominicanos en el exterior de hoy, no somos los de una vez. Ni pensamos tampoco volver a ser definidos como tal. Son muchos los que han sacrificado haciendo Patria en casa ajena, trazado el camino para que seamos vistos diferente.

Y es que, luego de décadas de sacrificio, entre todas las cosas que exporta la nación de Duarte, lo menos que envía desde sus arrecifes, lo es gente conflictiva o en necesidad. Hace tiempo que superamos esa oferta de mercado. Sin importar lo que creas haber visto en las noticias. Tres fantoches y dos facinerosos ya no nos definen. Desde hace décadas, la República Dominicana está exportando gente para cubrir las necesidades que otros han sido incapaces de cubrir, no gente en necesidad.

Y no lo ato tan solo a los evidentes deportistas y los artistas, sino que los médicos, dentistas, arquitectos, hoteleros, peluqueras, gerentes en general y micro-empresarios dominicanos, están supliendo las vacantes que están en necesidad de personal capacitado. Los dominicanos que están llegando a los Estados Unidos desde hace décadas, están haciéndolo, con los valores innatos que por eras nos definieron. El sudor en la frente, la compasión, el respeto, la capacidad y la sonrisa. Y es por ello que somos la reserva más idónea en re-asumir el enderezamiento de lo descarrilado en la Patria.

Sin restar merito a todos los que, en ella, lo hacen bien y con admiración. Ni insinuar que, tampoco haya hombres y mujeres capaces y con deseo de hacer lo correcto, sino que, sin saberlo, los frutos de sus deseos están permeados por las experiencias de lo cotidiano, las cuales eventualmente tornan a la selección de la sutil corrupción de lo diario y el giro de cara a lo piadoso que, ya se han hecho aceptables a causa de la justificada necesidad de «resolver».

Y es en el marco de esta inversión de la brújula moral que, los ausentes pueden regresar a cubrir las necesidades que otros han sido incapaces de cubrir, en su nación de origen. Con valores congénitos que por épocas nos identificaron.

Ademas de las plazas gerenciales y ejecutivas del nuevo INDEX, la inserción de los dominicanos en el exterior debe alcanzar la representación dentro del tren gubernamental y de la sociedad empresarial y profesional en el país. Y el hacerlo debe ademas partir, de una distinción de capacidad especializada o profesional y no política.  Pues el nombramiento debe servir de complemento a nuestros recursos humanos en República Dominicana y las pugnas por control de poderes representativos, las cuales impiden algo tan sencillo como poder ponernos de acuerdo en favor de nuestro potencial como nación.

Los miembros de las diásporas dominicanas estamos preparados para regresar y ser parte de las soluciones de nuestro país y a su vez trabajar de manera conjunta como comunidad, como asesores, como consultores, como voluntarios y como receptores de inversión.

En el 2019, más que a partidos políticos y sus candidatos, elijamos abordar las problemáticas con soluciones conjuntas. Más allá de lo difícil y de lo desconocido. Unifiquémonos alrededor de lo posible y no de las pequeñeces de lo individual o meramente grupal.

Trascendamos nuestro estado estático más allá de la superficie. Más allá del pasado. Más allá del presente. Más allá de los colores y las elecciones. E insertemos de una vez y por todas, a “los de fuera”, como parte de los recursos de lo cual dispone la República Dominicana, para trazar sus políticas, propuestas y porvenir dentro y fuera del gobierno.

  1. Noemí Ramírez says:

    SUPREMO !
    Felicitaciones Rodolfo Pou,
    por resaltar la gran labor hecha por el d ominicano ausente, como bien dices,suelen llamarnos en nuestra hermosa Quisqueya, por Los que soñamos por aquella PATRIA que un día Duarte también soño hacer la más Grande.

  2. Gines Flowers says:

    Amigo Pou, si tan solo una 4ta. Parte de la diaspora Dominicana leyera esta publicacion, serìa un exito.
    Siempre ha existido limitaciones y dejadès, tal como dices, a veces la ignorancia se apropia hasta del mas avispado. Tengo el mismo presentimiento acerca de el nuevo año, muchos de los que dormìan, recien despiertan, el sentimiento de estar lejos de casa, y ademas saber que se nos quema, ya es compartido por muchos, presiento que este 2019 serà la puerta de acceso a la participacion «de los de afuera» que acertadamente portamos catalejos de alta dimension
    Y que oportunamente podemor deliverar, y desde lejos alzar la voz y hacernos sentir!!!!!
    Estamos fuera, pero mas adentro que nunca!!!!
    FELIZ AÑO 2019, tu año, mi año y el año de todos los dominicanos 🌍🌎🌏

    • lets make it go viral!!! i think that this is the first article to the second book>>> see you in Books & Books>>>

  3. Además de estar de acuerdo con casi todo el análisis que hace nuestro amigo Pou, hemos hecho esfuerzos en ese sentido; primero con la fundación de Casa Dominicana Internacional en 1995; con la fundación de CasaHispana.org en el 2007; y, ahora (2018) con la Fundación Quisqueya y la formación de los «clubes quisqueyas» locales en todo el mundo. Ha sido difícil conseguir terminar la construcción de la parroquia de «La Altagracia» en Miami; y, los esfuerzos de clubes locales no han perdurado. El mejor ejemplo de unidad parece que se iba a dar en 1998 con la fundación de «Dominican-American National Roundtable», pero su misión, aunque encomiable, le falta extenderse a los objetivos que usted menciona en este artículo. Esperemos que el 2019 podamos reunir a los tantos que piensan que la diáspora quisqueyana puede ser una o quizás la primera esperanza para el bienestar, progreso y seguridad de nuestra patria.

    • estoy consciente de que el camino es largo, pero esfuerzos como el suyo, me facilitaran el trayecto… le prometo seguir el camino, trazado por los esfuerzos de los nuestros que llegaron para hacer patria en casa ajena…

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