7 de octubre del 2022.

Tercera Conferencia Diáspora y Desarrollo

Miami Dade College, Miami, Florida.

 

Palabras Centrales,

Ponencia sobre los dominicanos en Estados Unidos y cómo se le define en su nación de origen.

 

Buenas Noches

Hon. Adriano Espaillat, Congresista de los Estados Unidos, por el Estado de New York,

Hon. Alejandra Y. Castillo, Sub-Secretaria de Comercio de los Estados Unidos

Dra. Betilde Muñoz-Pogossian, Directora, Inclusión Social, Organización de Estados Americanos, OEA

Dra. Ramona Hernández, Directora, Instituto de Estudios Dominicano, Universidad de la Ciudad de New York, CUNY

Ing. Luis Manuel Pellerano, Presidente, Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios de la República Dominicana y Director de la Zona Franca Las Américas

Dra. Madeline Pumariega, Presidenta de Miami Dade College

Valorados miembros de la Misión Diplomática y el Cuerpo Consular, que nos acompañan.

Oficiales Municipales Electos

Amigos de la comunidad dominicana aquí presentes.

Mis queridos dominicanos presentes.

Buenas Noches,

 

Entrando de lleno en materia sobre el rol de la diáspora dominicana en el desarrollo de su nación de origen, que sirva este escenario para que comencemos a vernos como lo que somos y no como lo que hemos aceptado se nos llame. Pues, para saber tu rol en la vida y en cada uno de sus componentes, es imperativo que reconozcas quién eres y como se te guarda.

Suelo iniciar mis argumentos sobre cómo se nos ve en República Dominicana, fijando que, en la isla, solo pueden definirnos por medio de dos cifras. Sin más que eso. No pueden procesar nada más allá de eso. Hasta ahora han sido incapaces de definirnos más allá de denominaciones.

Y lo fijo, porque a pesar de haber pasado décadas desde que las primeras generaciones partieran hacia Estados Unidos, aún en la isla, exceptuando algunos casos y sectores, la mayoría solo son capaces de vernos de esa única forma. De cuántos somos y cuántos enviamos. En síntesis. ¿Cuántos son y cuántos mandan?

Para definir nuestro rol hacia nuestra nación de origen, es vital que eso cambie. Y para ello, les fijo que los que deben forzar el cambio de esa retórica, somos nosotros mismos.

Sin entrar en mucho detalle, les advierto que debemos evitar esa valoración generalizada. Incluso, no se sientan atados a ellas. Sino que reconózcanlas y sepan su poderío y sus debilidades y especialmente sobre qué plano deben argumentarlas.

¿Qué cuantos somos? Pues ahí el detalle de las palabras y la exposición de la Dra. Hernández. Tenemos que conocer nuestras cifras demográficas y lo que la define, con responsabilidad, con coherencia y con astucia. Hay mucha más información que el total que la resume.

Y les advierto evitar la valoración simple por dos razones específicas. Para nuestros intereses, les pido que utilicen correctamente la cifra de cuántos somos, porque en realidad no somos la cantidad que somos. Los dos millones con dos cientos mil y un puñado mas, es sólo aplicable a nuestros intereses en Estados Unidos. Repito, a nuestros intereses en Estados Unidos.

Como personas que se identifican o son descendientes de dominicanos, estamos tocando la puerta de ser la cuarta congregación latina más importante de esta nación americana. Y por eso es significativa. Para nuestros intereses aquí, 2,216,258 es la cifra correcta.

Sin embargo, esa misma cifra, perfilada sobre nuestros intereses en o hacia República Dominicana, es una incorrecta. Para nuestros intereses en la patria, esa cifra es el reflejo de un potencial, no de un activo per se.

Hasta que no se definan claramente, los canales de inclusión en lo político, lo decisorio y lo determinante, en realidad solo somos un millón dos cientos mil y pico. Solo esa cantidad más un puñado de miles más que han tomado el paso de buscar la ciudadanía dominicana, porque han nacido fuera de ella, constitucionalmente son dominicanos. Porque tienen el derecho de ejercer el voto y por las demás virtudes que nos brinda la constitución. Aprendamos la diferencia de las cifras. Aunque ante los ojos de Dios y el mundo, todos somos dominicanos, la realidad es que una cosa es sentirse dominicano y la otra es serlo con pleno derecho. Por eso le pido a las mas de 935,261 de personas nacidas fuera del territorio dominicano que se sienten serlo, actuar sobre su sentir y hagan de ello, un sentimiento real.

Y si no me han entendido del todo, déjenme aclararlo. En países como Mexico, Guatemala y demás, el descendiente de nacional que nace fuera, nace prácticamente siendo de su tierra original también. Aunque nosotros tenemos el procedimiento a la orden, en estos países, se incentiva a que se asuma automáticamente. Tienen unos procedimientos agiles que le permiten a los padres someter al Consulado local, el acta de nacimiento el mismo día que nace, y en cuestión de horas ese recién nacido tiene su ciudadanía de origen también. Cero burocracia. Es decir, el mismo día que nació, lo hizo para dos naciones. Esas cifras hay que hacerlas una. La que dice que somos dominicanos aquí, y la que lo asegura constitucionalmente de que lo somos allá.

Señores, hagan de sus hijos, sobrinos y nietos, ciudadanos dominicanos, para que esas cifras coincidan, aquí y allá. Para realmente ser relevantes para con la nación con la que nos identificamos, es importante actuar cuanto antes. Reitero, es vital, para guardar real influencia sobre el desarrollo y porvenir de República Dominicana e incluso, nuestras comunidades locales. Para la definición de nuestro rol, ese paso es determinante. De hecho, es vital.

La otra cifra que utilizan en la isla corresponde a las remesas. Y ahí también les advierto que evitemos esa valoración. Lo que ha sido un ascendente monto que nos ha hecho creer determinantes e indispensable porque guarda relación con un alto porcentaje del Producto Interno Bruto, es una valoración de la cual no debemos sentir orgullo. Primero, porque ese monto de transferencia anual se está acercando a su pico y su poderío porcentual sobre el PIB se irá reduciendo según siga creciendo la economía del país. Lo que hoy es 11% en una década puede tan solo ser un 7%. Y hasta ser menos en un cuarto de siglo.

Y segundo, porque la cifra depende más de factores migratorios recientes que del sentir filantrópico de sustento que proyecta. Tendría que existir un sostenido crecimiento de la emigración hacia los Estados Unidos, de dominicanos de primera generación para mantener esa influencia sobre el presupuesto nacional. No los que son pedidos vía los procesos legales, sino personas que tienen más compromisos en República Dominicana que aquí. Solo así, esa cifra pudiera ser sostenible.

Conociendo eso, mejor visualicen la cifra de las remesas, como bien acaba de señalarnos el ingeniero Pellerano. Como una muestra de la riqueza económica y el potencial de inversión de los dominicanos en el exterior. Hay muchos más elementos que definen nuestra riqueza.

En una exposición que dictara recientemente en San José, Costa Rica, fijaba como un ejemplo de la riqueza que poseemos los dominicanos y de o cual no se habla o considera, son las que representan el capital en forma de valor como equity de los negocios y las propiedades residenciales o comerciales que poseemos. O, por ejemplo, la capacidad crediticia personal o empresarial que poseemos.

Imagínese que nosotros pudiéramos transferir ese Credit Score, en favor de proyectos personales o para el país. O ser inversionistas de grandes proyectos mediante bonos exclusivos de la diáspora, como lo hace el gobierno de Israel, para construir toda la infraestructura vial y de transporte del país.

Pudiera pasarme la noche completa explicándoles sobre nuestras riquezas económicas, más allá de la valoración de las remesas.

Por eso les aconsejo que, lo correcto es proyectarnos como patrimonio económico, intelectual y cultural. O si quieren, reducirlo simplemente, a definirnos como reserva nacional.

En fin, esa discusión es una amplia y la cual les invito a que sigamos teniendo en lo adelante. En la fundación hablamos mucho de eso y en mis artículos y publicaciones lo estamos ampliando también.

Ahora, lo más importante es saber ¿dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos? ¿Quiénes somos y qué deseamos? Para evitar que otros te definan, es importante poder destacar personalmente, quien eres y cuál es tu horizonte.

Cuando una comunidad inmigrante llega a tocar las puertas de una segunda o tercera generación, y a su vez muestra una fiel disposición a finalmente y sin miedo, echar raíces en los órdenes políticos, económicos y culturales en su nueva nación de residencia, en nuestro caso el tejido americano, es importante detenerse a valorar el camino recorrido y el trayecto que se vislumbra delante.

A esa valoración llegó el equipo de la fundación que encabezo, cuando decidimos definir lo que sería la temática por tratar en esta Tercera Conferencia Diáspora y Desarrollo. ¿Dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos, como gente y como cultura dominicana? Aquí en la diáspora, y allá, en nuestra nación de origen. ¿En qué posición del plano evolutivo de una comunidad inmigrante nos encontramos?

Conocer las respuestas y opiniones de esas preguntas es importante. Pasada las décadas y antes de que perdiéramos nuestra identificación propia, teníamos que comenzar a extendernos esa interrogante. Incluso, sin dejar atrás las demás importantes incógnitas de ¿quiénes somos como diáspora y que deseamos?

Pero para lograr la apertura de ese diálogo, era necesario identificar una mesa de exposición y discusión compuesta por fuentes conocedoras de los temas que complementariamente podían dar inicio a las respuestas de tan complejas incógnitas. Y si no respuestas completas entonces por lo menos ayudarnos a formular las preguntas necesarias para responder esas valoraciones de aquí en lo adelante.

Y ahí la justificación del elenco que tenemos hoy. Pues no podemos saber de qué forma podemos impactar el desarrollo de nuestro terruño original, si no sabemos dónde hemos estado, cómo se está definiendo nuestro perfil y que avances y recursos individuales están impactando nuestro potencial colectivo localmente.

Y para saberlo, tuvimos que arrancar con las palabras de una profesional conocedora de las brechas de los posible. Una técnica especializada en inclusión social con una visión regional. La Dra. Betilde Muñoz-Pegossian.

También teníamos que apoyarnos en una vida de servicio público y solicitarle al político electo de mayor relevancia y altura en el territorio norteamericano, que nos acompañara en este trayecto de definición. El Congresista Adriano Espaillat.

Solicitarle a la institución gubernamental más importante en cuanto a comercio, que nos cediera la funcionaria con mayor responsabilidad sobre políticas públicas en desarrollo, en el gobierno norteamericano, fue también necesario. La honorable Sub-Secretaria de Comercio de los Estados Unidos.

Insinuarle a la investigadora más audaz y destacada, conocedora de toda cifra demográfica y cultural que nos define y nos definirá en el futuro como diáspora, que nos iluminará el camino de hacia dónde se desplazan nuestras riquezas humanas, era vital. Por ello acudimos a la Dra. Ramona Hernández de la Universidad de la Ciudad de New York.

Pedirle al joven líder del empresariado emergente de la República Dominicana, que nos explicara desde su óptica, la visión que los inversionistas del futuro ven en los potenciales de los dominicanos que vivimos en el exterior, era determinante. El Ingeniero Luis Manuel Pellerano.

Y para que nos guiara en ese diálogo de lo posible, era obvio que teníamos que disponer del más destacado periodista y comunicador, para que nos ayudara a elevar las preguntas sobre un plano sincero, coherente y lleno de inflexiones. Y por ello nos enfocamos en que fuera Oscar Haza.

Y así es como llegamos al elenco del panel de hoy. No fue fortuito. Fue intencional.

Y les agradezco nos hayan aceptado la invitación.

En los últimos años, como fundación, hemos traído una nueva óptica sobre cómo debemos vernos y cómo debemos accionar como comunidad. Neutrales a intereses, hemos sostenido continuos encuentros con valiosas figuras públicas y políticas de aquí y de allá. Sin reserva a colores ni propuesta; sin prejuicio ni exclusión. Para que se nos escuche, hay que estar dispuesto a escuchar a todos.

Conjuntamente a esos esfuerzos, hemos publicado más de 100 artículos temáticos; fijado docenas de propuestas innovadoras; promovido continuamente, encuentros de discusión y motivando con el apoyo del Congresista Espaillat, la creación de un discurso y visión integral que muchos han llamado los perfiles del Proyecto de Nación desde la Diáspora.

Todo eso no surgió de la nada. Las propuestas han surgido de docenas de conversaciones con dominicanos de la diáspora de todas las edades y consultando interminables investigaciones de varias décadas e igual cantidad de organizaciones.

Pero, sobre todo, esas propuestas se han levantado sobre los hombros de los pilares locales de cada una de nuestras ciudades en Estados Unidos, que tienen décadas forjando trabajos comunitarios y filantrópicos en busca de fortalecer nuestra identidad y comunidades. A ellos todos, nuestra gratitud y ovación.

Además, nos han servido de mucho, las indagaciones llevadas a cabo por el Instituto de Estudios Dominicanos de la Universidad de la Ciudad de New York, CUNY bajo la impecable dirección de la Dra. Ramona Hernández.

Avanzamos eso como marco de una discusión mayor. Una que comienza hoy, pero que se dirige hacia una Cumbre que eventualmente tendremos a que asumir como comunidad en el extranjero, que quiere y pretende ser partícipe del desarrollo de su nación de origen. Una Cumbre de la cual estas Conferencia y otros encuentros de aquí, y todas las ciudades en el extranjero donde viven dominicanos, habrán servido de cimiento a ese gran diálogo de la diáspora.

Señoras y señores, para saber dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos. Es imperativo que comencemos a conversar más allá de los colores y las luchas locales. Para saber quiénes realmente somos y qué deseamos, tenemos que comenzar a encontrar espacios comunes de intercambio. Porque solo así, podemos ser la real reserva de nuestra nación de origen. Solo así, podemos serle fiel a los valores y próceres de la patria. Solo así, podemos serle honestos a nuestras intenciones y deseos.

Y lo fijo con ahínco, porque cuando una comunidad inmigrante llega a tocar las puertas de una segunda o tercera generación, es importante detenerse a valorar el camino recorrido y el trayecto que se vislumbra delante, antes de que pierda el vínculo y el patrimonio que guarda. Consientes todos de que la Nación que soñamos, aún existe.