Recientemente fui entrevistado en la televisión peruana, más por el hecho de que escribo desde la diáspora latinoamericana residente en los Estados Unidos, que por el pensamiento que transmito en mis escritos.
La conversación tomó un interesante giro, la cual causó en mí una súbita e inesperada introspección literaria, cuando el conductor del encuentro cultural transmitido a todo lo ancho de la nación Inca me preguntara, “Rodolfo, ¿Cuándo y cómo llegaste a definir tu estilo de narrativa?
Cuando acepté ser parte de una entrevista junto a otros autores de diásporas latinoamericanas en Estados Unidos, para un programa cultural que se transmite por los canales de televisión Noticias Perú y Vale Perú, pensé que sería una hora de interacción típica de curiosas preguntas sobre el libro Diáspora & Desarrollo Volumen I, y los motivos de porqué lo había escrito. Sin embargo, al cierre de la entrevista, luego de estar disfrutando amenamente con el conductor y otros dos invitados, fui sorprendido con una pregunta que jamás me habían hecho, pero para la cual, sin saberlo, tenía la respuesta. “Rodolfo, ¿Cuándo y cómo llegaste a definir tu estilo de narrativa?”, preguntó.
Así que le respondí. “Estoy consciente de que inicialmente escribía para entender a otros. Que mis oraciones existían como cacofonías semi-plagiadas de ideas robustas que quería que fueran mías. Párrafos completos de información que no lograba procesar del todo pero que si ambicionaba con que nutrieran mis escritos.” Seguí añadiéndole y ampliando el concepto de mi respuesta, fijando que, “con el tiempo incluso, cambié esa forma de escribir para una más acorde con el gesto egoísta de entenderme yo. Ahí predominó el autoanálisis y la valoración del pensamiento individual, el cual había sido forjado por las experiencias de un tercio de siglo, el conocimiento procesado y la transformación de joven adulto a adulto pleno.” Pero como todo aquello explicativo en la vida, como igual sucede con los adjetivos en una oración, opté por cerrar la gran respuesta a tan sencilla pregunta sobre de donde surgía mi narrativa, estableciendo lo siguiente. “Pero hoy. Lo hago para que se me entienda. Y guardando la sutil esperanza de que, al hacerlo, pueda nutrir a otros con puntos de vista ajenos a su realidad y en el mejor de los casos fortalecer sus debilidades con enriquecedora información y opinión.”
En realidad, esa no fue la respuesta que le cedí al indagador. Ninguna de esas valoraciones salió de mi boca esa tarde. Esa explicación de entender a otros, entenderme yo y luego llegar a que se me entendiera, es una interpelación a la cual llegué luego del programa, cuando reflexioné a fondo la pregunta. Una respuesta tan cierta como la que consentí, pero más digerible para una audiencia ajena a mi cultura, experiencia y gustos.
Entonces regresemos al minuto 47 de la entrevista y escuchemos la pregunta otra vez y veamos cual fue mi respuesta. “Rodolfo, ¿Cuándo y cómo llegaste a definir tu estilo de narrativa?” Sin pensarlo mucho, sabía la respuesta de esa pregunta, a pesar de que nunca me la habían extendido antes. Una respuesta que reconozco no es de carácter literario, pero sí de forma y fondo. Entonces, en aquel momento le respondí de esta forma. Transcribiéndolo ahora aquí, como hiciera en ese momento. Sin borrador. “Jorge, mi narrativa es reflejo de la manera en la que pienso, converso y escribo. Un estilo atado a fuertes influencias. Las cuales siempre emito, sin tener la intensión de hacerlo.”
“Creo que, en cierto modo, llevo al lector agarrado de la mano desde un título cautivante y curioso, pero no plenamente delatador. Y lo acarreo a lo largo de la lectura. En ocasiones alejándolo del tema. Hasta el punto donde se siente perdido, aunque confiado de que le estoy guiando hacia el determinante y conforme escenario, de su curiosidad inicial. Si indagas bien, notarás que mi narrativa surge de la convergencia de los ideales, talentos y visión de cuatro hombres.
Entre ellos está Juan Bosch. Entendí hace mucho tiempo, del gran político y autor latinoamericano de cuentos, que las ideas debían transmitirse de manera ligera, limpias y que, sobre todo, debían construirse alrededor de los personajes. Esa particularidad parecería lógica, sin embargo, entre las grandes riquezas de la narrativa de Bosch, lo era que, además, antes de concluir el relato, en sus insinuaciones y estructura, era capaz de delatarle al lector, lo que sería el paradero de cada personaje.”
Cerrando ese comentario, de inmediato le agregué, “Del cineasta y director Stanley Kubrick aprendí que, toda buena historia solo tiene cuatro o cinco grandes escenas. Si acaso. Que es más importante tener la capacidad de transmitir un exquisito lenguaje visual y sonoro en esas secuencias de actos, consumándolos en una gran y única hilvanada idea, monolítica, estática, pero impredecible.”
Soy amante de las artes, pero hasta yo mismo me sorprendí, cuando seguí extendiendo mi parecer a la pregunta que solicitaba una contestación sobre la procedencia o el estilo mismo de mi narrativa. Así que, flui de Bosch a Kubrick y de ahí derechito al trompetista Miles Davis, respondiendo: “Y Jorge, de uno de los mejores instrumentistas de jazz, inserté la melodía que permite que el instrumento cometa errores en el proceso, entendiendo que vendrán otras notas que superarán a esas afónicas, pero que, por el hecho de haber salido del mismo instrumento, unas jamás podrían ser mejores que otras.
Siempre he contrapuesto esos conceptos: Combates entre la perfección de la partitura y la interpretación o lectura de ella. Eso me mostró Miles Davis. Si confías en tu instrumento, todos los brochazos imperfectos quedan ahogados por el proceso de la producción de ello y cubiertos en su totalidad por la visión completa de la obra final y terminada.”
Y para cerrar el comentario, llegué a mi mentor de la arquitectura, citando: “Y para cerrar mi concluir con la respuesta a tu pregunta sobre mí narrativa, te digo Jorge, que, con el arquitecto Omar Rancier conocí que en el balance radica la fortaleza y que se puede ser erudito y aun transmitir las grandes ideas con pequeñas palabras y trazos cortos. Como por igual, las pequeñas ideas con otros tildes y léxicos mucho más enorme y detallado de lo que aparenta. Que la colaboración entre el lápiz y la mente es una danza eterna de saber cuándo ceder a la creatividad y cuando guardar la sapiencia. En fin, un balance.”
“Jorge, me siento ser un hombre del Renacimiento, complejo, pero no complicado. Y si me preguntas de dónde surge mi narrativa, pues proviene de la convergencia del talento de cuatros hombres creativos, idealistas y adelantados a su tiempo, que me cedieron la importancia del personaje, la escena, la armonía y el espacio, al escribir. Bosch, Kubrick, Davis y Rancier.»