Partir de la cita de su fecha, para validar la celebración de la Restauración de la Independencia dominicana, es ignorar su alcance y magnitud. Y más en estos tiempos, donde ciertas emancipaciones parecen haberse perdido y otras tantas, estar en pleno proceso de ser diluidas.

No obstante, y a pesar de que hace 156 años que, Luperón y un valeroso grupo de hombres y mujeres, optaron por recuperar para la joven Patria Tricolor, la independencia declarada diecinueve años antes, verano tras verano, por el subsiguiente siglo y medio, los dominicanos hemos estado reviviendo esas conquistas, sin saber bien que, significaron entonces o cómo pudiéramos ponerla en contexto, hoy.

Aquel que terminaría por ser nuestro Padre de la Patria, luego de vivir exiliado en Caracas, como parte de una diáspora de pocos, regresó el marzo previo al bélico agosto, lleno de coraje y convicción. Juan Pablo Duarte, el anciano de mil pensares y eterno compromiso, sólo podía enfrentar la impotencia de su ausencia, regresando para incendiar de pasión, y con ello, “el apoyo resuelto de las grandes masas del pueblo dominicano”. Sostén que reunía las luchas de liberación nacional y social, justo en un momento de escalada incertidumbre política y de identidad.

Allí, junto a los futuros restauradores, hombres sin uniforme con apenas jirones de blusa, encabezando tropas campesinas de desnudos, sin camisa ni calzado, montados a caballo, con machete y valores a cuesta, se organizó la redención del Guayubín, del Dajabón, del Monte Cristi, del Sabaneta y del Cibao de la Patria independizada del ’44.

Me imagino, que al igual que el Duarte de la diáspora se veía retratado en las necesarias escenas de tregua y gesta que plasmaba nuestro libertador de bronce, así quisiéramos nosotros hoy día, poder tener un paladín a quien emular. Pero ni los tiempos ni las realidades son las mismas. Aunque las historias de amor por la Patria lo sigan siendo. Esa es la Restauración de entonces. La que nos liberó de los españoles. Y la que hemos celebrado por más de siglo y medio. Sin embargo, no la que necesitamos hoy.

Así como se iniciara la gesta, con el regreso de Juan Pablo Duarte a la isla, la primavera anterior al histórico y detonante verano, motivado por los escenarios de indefinición social y potencial pérdida de nuestra identidad de valores que aún quisiéramos guardara la nación de hoy, es que los dominicanos en el exterior, los supuestos impotentes y ausentes, también debemos considerar regresar.

El ser quisqueyano no ha cambiado mucho, desde que su definición fue concebida. No fue dilucidada por etnia ni por raza. Ni por lenguaje ni por creencia. Como tampoco lo fue ilustrada por el alcohol de preferencia o los manjares que le acompañaban. Ni mucho menos por la alegría de la música, ni los bailes que motivaba. Ser de Quisqueya e identificarse como tal, es un asunto cuasi espiritual, bordeando lo emotivamente sicológico. De sentimiento. De comportamiento. De actitud. De entrega. De visión de vida. De valores. Como lo era para los hombres de la gesta restauradora y los patriotas antes que ellos, que aún sin existir la República Dominicana, ya estaban dispuestos a morir por ella.

Lejos del pesimismo y las cajas de resonancia. Haciendo aportes claros, sin colores ni banderías, es que nosotros, los dominicanos en el exterior, podremos presentar la restauración que la Patria merece y necesita.

Bajo una visión vanguardista que, sin compromiso sobre lo político, lo social, lo económico, lo histórico y lo cultural, disertará ecos desde las comunidades dominicanas en los Estados Unidos, hacia la Patria que nos espera para restaurarla. Fijando ideas desinteresadas y sin necesidad de protagonismo. Acordes gestos, en tono con la nación que hoy existe, y no la del pasado. Aunque en su trasfondo, queramos todos rescatarla y mantenerla viva.

Porque si ha de restaurar nuestra nación de hoy, y la independencia que sentimos haber perdido en tantas partes de ella, primero comencemos con saber quiénes somos los de aquí, los que a diario hacemos Patria en casa ajena. Al igual que saber nuestro lugar en nuestra nación de origen. Para así saber y poder ir en rescate de la restauración de los valores que siempre nos definieron.

Con aforismos propios y despejados de todo aquello impuesto por los intereses de los que asumen. Transmitiendo claramente, que no tan sólo somos una cifra, un porcentaje, un monto de remesa a referir. Que únicamente, no somos atletas o artistas, ni filántropos políticos sin poder o mendigos laboriosos de la añoranza. Pues somos la mayor y más importante reserva de la nación dominicana. La nueva mayoría.

Lejos de todo pseudo héroe de vainas sin espada, con seguidores de toscos y embotados machetes. Admitiendo no ser más, ausente. No más, inactiva. Estamos más presente, que la distancia y la deserción que nos define. Una masa social que se encuentra lista para asumir la responsabilidad necesaria que viene con ello. Tal como hiciera Duarte cuando decidió que debía regresar, para apoyar la causa del acaecimiento corrector y los reparadores que aún esperan descalzos y sin jirones de blusa, por la recuperación de su dignidad.

Reconozcamos los más feos detalles que afirman la pérdida de esos importes cívicos y sociales, viciados y difuminados por las acciones de nuestras recientes generaciones y sus escenarios. Porque tan sólo así, sé es capaz de dar espacio a la elevación de la verdad. La cual, a cambio, podrá entonces, ser competente al reclamo de algo realmente bello.

Por ello llamo a que nos citemos el reto de eternamente agradecer aquella restauración que nos dio la independencia que tenemos hoy, sin restarle a la posibilidad de aspirar a reconquistar las partes que ésta ha perdido, llamándonos a luchar por una Nueva Restauración. Aquella donde nosotros, los de fuera, ayudamos a rescatar los valores que aún viven en nosotros y que por décadas definieron lo que éramos como dominicanos. Particularidades y emancipaciones que aparentemente se han diluido y temo desvanezcan.

Evitando citar el pesimismo, para optar por el más sutil de los llamados, a nuestros mejores ángeles, a guiarnos hacia el compromiso y la cofradía. Hacia el trabajo y la tenacidad. A los principios y la participación. A la palabra y la promesa. A la amabilidad y el apego. Al respeto y la responsabilidad. A la compasión, la caridad, la justicia, la lucha y la libertad.

Militando, sin importar fecha, ni colores. Sin hacer del gesto, uno de presunción individual. Con harapos y sin machete a cuesta, pero sí, con el orgullo que cuelga de la solapa de un patriota con valores que no es definido por su lugar de residencia física, sino por la localidad en donde habita su corazón y alma. He ahí, una Nueva Restauración con alcance y magnitud. Que grita por altoparlantes en neblina. Clamando ser una tan valiosa como la original, más bajo el contexto de la realidad del momento. Porque la que hemos celebrado por más de siglo y medio, en realidad, ya no la necesitamos.

La de hoy, es necesaria, para liberarnos de nosotros mismos y nuestras distracciones. Justo en este momento de escalada incertidumbre política y de identidad. Tal como en el pasado. Porque no puede ser posible, que hemos transitado desde tan lejos y retrospectivamente, para afrontar el futuro con tanta suspicacia, y el pasado con mucho más ignorancia.

 

«el apoyo resuelto de las grandes masas del pueblo dominicano”, de la introducción de la Obra «La Guerra de la Restauracion», de Juan Bosch.

  1. Gines Flowers says:

    Escuchè tu llamado, me uno a la causa.
    Yo me liberar literalmente de mi misma, como tu sugieres, cuando decidì ponerle oidos al grito quisqueyano, ese grito que desde afuera del Pais suena mas agudo que si se escuchara en el propio suelo, lo de ahora es un pleonasmo, es Rerestaurar y tal cual diaspora pendiente, trato de al igual que tu deshacernos del estado mononeuronal y abrazar lo variopinto de las nuevas ofertas.
    Yo, Gines Flowers, soy constructora del cambio, detractora del desgobierno y propulsora de un Pais POSIBLE, DECENTE y Rerestaurado.
    Congratulations!!!
    I wish to have more people like you.
    Things need to change for good, on fact, because future generation, probably they’ll never get too deep into the history, but for sure into the last 2 decades.

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