CONVERSACIONES CON LA DIÁSPORA -Comencemos a escuchar a la Diáspora, por qué estoy seguro de que la Nación que ellos sueñan, aún existe.

Cuando inicié mis “conversaciones”, hace ya dos años, nunca pensé que llegaría a sostener una por teléfono. Pues en el concepto inicial, fijé que todas serian de tú a tú. Es decir, cara a cara. Sin embargo, la tecnología que brindan los iPhone con su “FaceTime”, ahora para ésta, me permitía la facilidad de llegar a conversar de frente, el receptor y yo, aun estando separados por miles de kilómetros.

Y ya que, por el momento no se visualizan planes para viajar a California, acepté el pasado sábado que iba a llamar a Roberto Martínez Jaques, el internacionalmente valioso artista dominicano, conocido como Robert Maja. 

Conocí al hoy virtuoso pintor hace poco más de veinte años. Justo en la edad donde los pinceles comienzan a identificarse entre sí y las formas asumen personalidad propia. En una época donde el mural de barrio estaba adquiriendo importancia, el inquieto “Chino” de Manganagua, organizaba los colores de la palestra de su vida, asimilando las culturas y calles de su entorno.

Comenzamos a conversar viéndonos la cara en nuestros celulares. Y le digo ¿Maja?, como suelo llamarle, ¿háblame de tu niñez? El silencio lo arropa y de inmediato acepta que esto será un intercambio emotivo. Toma un respiro y me dice, “Pou, me acabas de remontar”.

El pintor dominicano que dice ver un artista en todos los seres de una sociedad, es el segundo de los cinco hijos de los salcedenses, Carmen Luisa y José Alberto, fue un muchacho educado bajo los principios de siempre respetar a los mayores y de andar por la vida, siempre por la derecha.

El obediente hijo recuerda vivamente las lecciones de sus padres. Una de ellas sucedían los sábados, justo antes de su papá salir a pagar a los trabajadores. Don José convocaba a sus hermanos y a él a la habitación. Allí, sobre la cama, abría como abanico, el dinero ganado esa semana, por sus empleados y él, como contratista de construcción. La lección visual iba acompañada de una verbal. Lo mismo les relataba, cada otra semana. “Eso se lo ganó su papá, con el sudor de su frente.” De esa y otras enseñanzas Robert supo desde niño que, las cosas no llegan si no es con sacrificio, esfuerzo y empeño.

Estimulado por profesoras que le ponían a dibujar mapas de geografía en la pizarra, y sabiendo que su Mamá siempre creyó en su talento e inquietud, Roberto pudo emprender sus sueños.

Poco después de yo conocerle, a mediados de los años ‘90, MAJA acepta que hay cosas en el arte que son inexplicables. Con ello comienza a crecer y lograr técnica, entendiendo que puede llevar el arte más allá de lo que se ve, alimentándolo con la riqueza del barrio que le vio nacer, su artista interior.

En República Dominicana se practica mucha teoría. Necesarias para crecer. Y admite que sus “enseñanzas en Bellas Artes me dieron las bases para emprender la mente y el cuerpo” a través del lienzo. Y es por ello que decide en el 2000, partir hacia Europa.

“Llegué a Madrid ilusionado como todo artista que regresa al viejo mundo.” Pero allí Maja no encuentra el mundo de arte que esperaba. La realidad lo coloca en el mismo trayecto de todo inmigrante. Durante ese largo y primer año, trabaja en construcción, en fábricas de aluminio y en otra de pintura.

Pero ya para el segundo año comienza a relacionarse con artistas locales. Poco tiempo después logra pintar en la Plaza Mayor. Un trabajo en el 2003 ayuda a aliviar una tensión social que existía en contra de los dominicanos por un incidente trágico que había perpetuado uno de los nuestros.

Ya en el 2005 comienza a exponer en otros países. En Ámsterdam, en Italia, en Francia, y con ello, los correspondientes reconocimientos, que vienen con las exhibiciones.

Curioso por las oportunidades que promete América, decide trasladarse a California, donde actualmente vive. Allí, influenciado por nuevas referencias, y seguro de no volver a agotar lo procesos que los inmigrantes agotan, comienza a pintar desde que llega. Introduce el cubismo en sus trazos y cambia la paleta a colores pasteles debido al entorno al que se ve expuesto en San Diego. No le tomó mucho enamorarse de California. Los cambios de temporada y de colores que estas ofrecen, le muestra un mundo cambiante.

Escuchándolo inspirado, le pregunto ¿de dónde eres? A ello me responde, “yo vivo aquí en California pero mi identidad, personalidad y responsabilidad vive en Santo Domingo.” Le pregunto que si ha llorado por su patria y nueva vez escucho el respiro en su voz. Gira la cara para que no le vea en el FaceTime. Y me confiesa con la voz quebrada, “Rodolfo, toda la vida he llorado por Santo Domingo. Por Manganagua.”

“Haber decidido venir a Estados Unidos tiene sus encantos y oportunidades. Pero tiene sus momentos de oscuridad emocional. Aquí vive tanta gente de tantos lugares diferentes, que si te descuidas, se te olvida quien eres y de dónde vienes.”

California además del cambio de vida, le otorgó dos bellas criaturas que, a diario llenan su corazón. Le atribuye a ellos, el haberle ayudado a superar ese momento de baja ardorosa y de inspiración, cuando duró casi un año sin pintar. No obstante admite que al salir de ese receso, lo hizo con más colores, más ideas y con ello la reflexión hacia la alegría, desde donde pinta cada día.

Ya en la palestra de Maja, los colores no se mezclan, sino que se encuentran.

En los últimos cinco años, desde Santa Bárbara, California, donde vive, son varios los museos y galerías que exhiben sus obras de manera permanente. Así como intacto por siempre estará, el Mural de la Biblioteca de la Ciudad de San Luis en California. Este, producto de un concurso Municipal.

Al preguntarle… ¿Llegó a verte realizado, tu papá? Se conmueve. Y con más emoción que la primera y segunda vez, me confiesa que nunca le mostró estar contento de que escogiera esa trayectoria, pues sabía que sería una vida difícil para él. Sin embargo, está consciente de que su “Papá le comentaba con orgullo a otros, los logros de su Chino.”

Pudiéramos hablar durante horas acerca de Roberto, el niño de Manganagua o Maja, el artista de la capital dominicana que logró mostrar su arte al mundo. Pero él en realidad es una persona que le gusta conjugar las ideas sobre el lienzo, aunque en esta ocasión decide cerrar con este pensamiento.

Su mayor sueño es regresar y tener su estudio en República Dominicana. “Pou, me hace falta mi gente, los olores, los ruidos, los colores, la cultura.” 

Terminando nuestra conversación, le aseguré que la nación que el sueña, aún existe.
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