CONVERSACIONES CON LA DIÁSPORA -Comencemos a escuchar a la Diáspora, por qué estoy seguro de que la Nación que ellos sueñan, aún existe.
Ayer me senté a conversar con Darío Luna, un empresario del mundo de los seguros, las inversiones y las finanzas, oriundo de un campo de Tenares, según nos cuenta.
Arrancamos el recuento con su infancia. Una que, a muy temprana edad, le daría lecciones que aún cita hoy. Recuerda Don Luna, que un Profesor de la escuela del campo, le hizo repetir el Segundo Curso, dos veces, porque este decía que el niño Luna, solo quería vivir jugando béisbol.
Ahí es cuando su papá opta por ponerlo en otra escuela. Una a 4 kilómetros de distancia de su casa. Y 50 años más tarde, la mayor de las metáforas que me llevo. «Rodolfo, yo caminé esa distancia a diario, para que ellos», apuntando a su hijo que estaba presente, «no tuvieran que hacerlo.»
La enseñanza que recibió allí, lo llevaría a superar dos años escolares en uno, seguido por una beca para estudiar electricidad, en el Escuela Nacional de Artes y Oficios en la Capital.
De ahí sale formado como electricista y llega a encabezar importantes equipos de técnicos. Darío el joven, habiendo alcanzado lo que muchos dirían era un buen empleo, insiste en que el no nació para ser empleado y fija intenciones de ser emprendedor. Y que mejor lugar para hacerlo, que Nueva York. En el ’77, llega a la capital del mundo, a reinventarse. Sin embargo, responsable como es, jura que, a pesar de sus sueños, haría todo lo necesario, para proveer el sustento de su joven familia.
Para acortar los espacios entre los peldaños de su vida laboral en NY, opto mejor, por señalarlos en secuencia hasta llegar a hoy. Lavador de platos; servidor de agua y pan; camarero; catador de vinos; sastre; bodeguero; distribuidor de ropa; taxista y restaurantero.
Partir de NY hacia Miami fue una decisión dictada por el asma de su hijo mayor, no una que tenía en planes. Pero a este laborioso y curioso Salcedense, la vida le traería el negocio a él y con ello, un momento de claridad, donde acepta que los días de trabajar desde el cuello hacia abajo tenían que terminar.
En la Ciudad del Sol, se involucra en servicios sociales y en entrenar a niños en el béisbol que le apasiona desde niño. Nos cuenta cómo trajo una vez a Manny Mota a dar una clínica a su equipo de traviesos.
Luna siente pasión por todo lo que hace. Y su pasado es tan solo un afán de borrarle episodios infortunios a sus hijos. Lo hizo todo para evitar que ellos tuvieran que hacerlo.
Hoy es Vicepresidente de la empresa americana de Inversiones Primemerica, siendo los peloteros dominicanos una importante parte de sus clientes. Nos dice poder emplear a todo aquel que se le acerque con interés de crecer monetaria e intelectualmente.
Sobre su isla nos agrega que, aunque ha visto cambios favorables en nuestro país, teme que la mayoría de esa población solo se ha conformado con trabajar. No tiene planes de regresar a vivir, pero anhela poder enseñar a todo dominicano, las herramientas necesarias para manejar y hacer crecer dinero. Lo dice con nostalgia y con el tono de un padre preocupado por un hijo.
Terminando nuestra conversación, le aseguré que la nación que el sueña, aún existe.
#escuchando_la_diaspora_rd