Los “Latinos” residentes en Estados Unidos, apenas somos el 17% de la fuerza laboral formal. Rondamos los 40 millones, de los más de 250 que laboran aquí. De esos cuarenta millones, los dominicanos somos 1.4 millones. Parcamente 4% de los Latinos que laboran en EEUU.

A diferencia de los Estados Unidos, el resto del mundo celebra el primero de mayo, como Día del Trabajo. Esta fecha surgió de la convocatoria a la Sexta Conferencia Laboral Internacional de 1904 en Chicago. Allí, Partidos de inclinación Socialista y Comunista propusieron la importancia de apartar un día al año, reservado intencional e internacionalmente, para resaltar los valores de las luchas laborales y al trabajador mismo.

Como inspiración, la Conferencia tomó la trágica “Masacre” o “Revuelta de Haymarket” del 4 de mayo de 1886, “May Day”. Ese siniestro día, culminó con enfrentamientos entre policías y activistas laborales, resultando en la triste perdida de 11 vidas. Siete policías y cuatro civiles. El mayor de los llamados de los laboristas en esa primavera del ’86 de hace dos siglos, lo fue la simple pero contundente idea, de la cual aún hoy gozan los trabajadores del mundo. Un día laboral de ocho horas,

Es obvio que una iniciativa motivada por el pensamiento de la izquierda, por valiosa que fuese, no es una que un sistema como el capitalista, utilizaría para dar importe. Sin embargo, visto la presión de los grupos de apoyo y organización laboral de la nación americana, cuando llegó el momento de fijar una fecha, el presidente de turno de los EEUU, preocupado en que la fecha internacional fuera utilizada como plataforma de la creciente ideología socialista o que esta se prestara como escenario anual de protestas y disturbios, opta por referenciar otra actividad.

El primer mandatario norteamericano se inclina por una un tanto más pasiva. Años antes de la revuelta, en 1882, para la fecha de septiembre, la Noble Orden de Caballeros del Trabajo (Knight of Labor), decide hacer un desfile en Nueva York, en honor a la clase trabajadora. En 1884, el desfile se repite. Ya para el 1887, y con el interés de evadir el actos sucedido meses antes en Haymarket y anticipar las propuestas de las organizaciones patrocinadoras de los movimientos de izquierda, el presidente Grover Cleveland, se les adelanta, y desactiva la presión que venía de meses antes. Ahí entonces fija la fecha del primer lunes de septiembre, como el Día del Trabajo.

Desde entonces, ambas fechas son observadas ininterrumpidamente cada año. Los que optaron por la referencia trágica de Haymarket, la “celebraran”, con reclamos, protestas y llamados. Mientras que los que optaron por hacerlo como los de la Orden de Caballeros, lo harán festejando con un día libre y de ocio. Pero en ambos casos, su conmemoración, honra los esfuerzos, aportes y sacrificios de lo que fue el movimiento obrero y la clase que lo representa. Las décadas de contribuciones por parte de esos grupos, ayudaron a forjar necesarias e importantes leyes labores, en un periodo de gran industrialización, donde la mano de obra carecía de derechos, pues era subvalorada y abusada. Una especie de neo-esclavitud.

La prosperidad económica de la cual gozó EEUU durante la etapa de desarrollo manufacturero y de la que aún disfruta hoy vía sus nuevas industrias, se debe en gran parte al balance, influencia y necesaria organización, que presentaron esos voceros y reclamantes de la lucha obrera, ante el crecimiento y fortalecimiento económico de la joven nación.

Hace un tiempo, tuve un intercambio con un periodista amigo, que me consultaba sobre el motivo por el cual los dominicanos abandonaban la Patria. Mi respuesta fue firme. “Los dominicanos vienen a trabajar”.

Y que mejor espacio para indagar sobre las contribuciones de los dominicanos en este país, que justo en el marco de la semana laboral que inicia mañana lunes, donde aquí se celebrará el día que honra la “labor”. Es valorable deliberar a vuelo de ave, nuestro rol dentro de esta economía capitalista de canje y trabajo. Veamos primero, los datos referenciales, para mejor entender los frutos de haber venido aquí a “trabajar”.

Por su parte y como miembro demográfico de ello, los “Latinos” residentes en Estados Unidos, apenas somos el 17% de la fuerza laboral formal. Sorprendentemente apenas rondamos los 40 millones, de los más de 250 que laboran aquí. Los de carácter informal u oculto, siempre quedan perdidos de los informes importantes. Estas cifras de auto-excluidos e informales, quedan en reportes secundarios, que solo citan opositores políticos o instituciones que justifican la necesidad de fondos para combatir esa “realidad”, desde sus programas.

De esos cuarenta millones de trabajadores, los dominicanos somos 1.4 millones. Escasamente 4% de los Latinos que laboran en EEUU. Y para entender su impacto, eso solo se traduce en seis décimas de 1% de los que luchan en esta nación. Pero como los dominicanos tenemos una diaspora influyente y una significante presencia laboral en algunos ocho o nueve importantes Estados, en realidad esa cifra es más valiosa de lo que estos numeros dicen.

Ahora, a pesar de ser regionalmente fuerte, aún existe una vasta diferencia en la población laboral dominicana de los EEUU. El estigma delincuencial que poseemos en los Estados del nordeste desde los ’80 sigue soterradamente latente, pero cada día más esas cifras y mancha se están diluyendo. Hoy los dominicanos nos encaminamos a ocupar valiosos puestos empresariales, profesionales y políticos.

Desde ocupar la dirección del Partido mayoritario de la nación y representar el 10% del valor capital de las Grandes Ligas de Beisbol, hasta ser el motor comunitario de una economía de factorías medias, servicios y proveedores. Son esas y otras activas presencias en posiciones gerenciales y comunitarias, sumido, al igual que nuestra activa participación social han ayudado a mediar esa percepción y confirmar, que los dominicanos vinimos a trabajar.

Sin embargo, eso no se ha transferido a cifras valiosas. De todas las etnias o demografias latinas, los dominicanos somos los que menos promedio de ingreso poseemos. Estudios recientes muestran que nuestra media es menos de US$22,000 al año. Inferior en un 5% a la del resto de los hispanos y mucho menor a la media del resto de la población por más de US$8,000 al año.

Lo mismo sucede con nuestro interés en adquirir propiedad en los EEUU. Considerado por todos los analistas, como la forma más fácil de adquirir estabilidad, ahorro y riqueza. Sin embargo, solo una cuarta parte de los que vivimos aquí, y que tenemos la oportunidad de adquirir casa propia, lo hacemos. Es decir que tres cuartas partes de los criollos de aquí, viven alquilado. La media de hispanos propietarios de su techo, oscila entre el 45%. El resto de la nación en 2/3 partes, poseen propiedad. Esta cifra puede que refleje el factor cuerpo/mente. Pues el dominicano vive aquí de manera corporal, pero radica en aptitud en la isla.

Y por último. La más delatante y triste, de las cifras resultantes del estudio que publicara el Pew Institute hace unos meses. 28% de los dominicanos que residen en los EEUU, lo hacen bajo la realidad de que son pobres. Esa cifra es igualmente superior a la del resto de los Latinos y casi el doble de la cifra porcentual del resto de los que convivimos en este país, con un 15%.

Ahora bien. Se sabe y se ha comprobado que los dominicanos vinimos a trabajar. Ese hecho es evidente. ¿Pero a trabajar en qué? ¿A trabajar, para qué? Y ¿a trabajar como qué? Porque si de algo debe servir este Día del Trabajo, lo es para preguntarnos. ¿Si ya hemos decidido venir a trabajar, que es lo que estamos haciendo? Pues aun ganamos menos, poseemos menos y seguimos siendo más pobre que el resto con los que tienen las mismas oportunidades que nosotros.