Cuando eres capaz de entender la biografía de una idea o comportamiento, entonces estás apto para determinar su punto de despegue o de inflexión. Ese es el “Tipping Point”. El detonante. El punto desde donde ya no se puede regresar.
Debido al escenario y los acontecimientos que se presentaron la semana pasada, donde los dominicanos que nos mantenemos en contacto por vía de las ventajosas redes sociales, presenciando muestras preocupantes, de una invasión pasiva de haitianos, es que he optado por visitar el concepto de punto de inflexión o “Tipping Point”, del autor norteamericano, Malcolm Gladwell. Me inclino a ver este episodio por medio de este enfoque, porque creo que el punto de no retorno, está cerca. Si no es que ya ha llegado.
Allí, el autor del también interesante concepto de “Outliers”, nos señala, como en diferentes escenarios de la vida, valiosos casos o ensayos sociales pueden ser vistos a través del lente de lo epidémico. Entendiendo sobretodo, que no toda epidemia es obligatoriamente negativa o doliente. La misma debe ser interpretada como lo que es y nada más que eso. Un hecho contagioso, que termina por detonar un suceso cualquiera, que hasta ese momento parecía controlable. Es el metafórico rebose de agua, sobre el borde del vaso o la Marcha Verde Contra la Impunidad, sin importar su validez. Cuando eres capaz de entender la biografía de una idea, de un sentimiento o un comportamiento, entonces estás apto para determinar su punto de despegue, de quiebre o de inflexión. Y ahí es que llego a las observaciones de esta semana.
Contrapuesto a las imágenes alarmantes que los dominicanos compartimos a lo largo de esa semana, está la robusta y abstracta óptica de un extranjero que desconoce la historia dominicana. Él solo ve la explotación de unos indefensos infelices a quienes se les humilla racialmente, se les trata inhumanamente y hasta en ocasiones se les esclaviza. Y eso es algo que no solo tenemos que aceptar, como parte de la biografía de la epidemia, sino que también es una concepción que para neutralizar o subsanar, conlleva un mayor esfuerzo y una gran estrategia de relaciones internacionales y medios. Pero los problemas de casa, se resuelven en casa.
En la Patria existe tráfico hacia y desde. Trueques de drogas, de dominicanos a Puerto Rico, de haitianos hacia aquí, de tala de bosques, de contravenciones de tránsito, de certificaciones institucionales, de aprobaciones municipales y de más. Todas en el nombre de “necesito me resuelvas esto”. La dependencia en relaciones personales para lograr cualquier cosa, o el pagar por tenerla, es un aditivo cultural que poseemos todos. Y el último de los remanentes del sub-desarrollo. Uno con el que siempre hemos contado. Y que nos ha hecho ver hacia otro lado, cuando somos beneficiados por cualquier transacción inapropiada o alguna violación.
Tenemos que aceptar que no podemos seguir disponiendo de una doble moral, que deje exento estos aspectos de la problemática. Como por igual, no podemos aprovecharnos de la mano de obra barata en la construcción, en los centros de abastecimientos, en los servicios informales, en nuestros lugares de trabajo e incluso hasta en nuestros hogares y aun estar dispuesto a reclamar sobre el por qué y cómo es que hay tantos vecinos en el país. Si ha de ser, hay que establecer serias medidas. Esa dualidad es el primer paso a la corrección de la problemática. Sin embargo, no es eso lo que quiero tratar en mi enfoque esta semana. Mi interés es identificar el punto de inflexión y no retorno de la misma.
Cuando un dominicano se refiere al “Tema Haitiano”, a pesar de la complejidad del mismo, todos sabemos que es al aspecto migratorio que nos referimos. El tema racial o el de carácter étnico que me presentara en un intercambio serio que sostuviera con el ingeniero Castillo esta semana, es uno que prefiero desarrollar en otra ocasión, pues requiero de un mayor apoyo sociológico y hasta antropológico para enfrentarlo. Pero retomando mi perspectiva, lo migratorio, lo territorial y el vínculo invasivo de ellos sobre nosotros, es tan latente en cada dominicano, que siento que cada uno de nosotros portamos el conocimiento de esa realidad, muy dentro de nuestra composición molecular, como quisqueyanos.
Ahora, ¿cuál es el “Tipping Point” de nuestra realidad haitiana? ¿Cuál es el detonante o momento, del cual ya no podremos retornar a un estado de control sobre la problemática migratoria? Y les aseguro que no es con el compartir de videos alarmantes donde decenas de haitianos se ven por nuestros caminos vecinales. Como no será la victimización de un criollo a manos de uno de ellos. Tampoco el hecho de que haz notando que hay más de ellos en nuestras intersecciones de la Capital. Ni mucho menos lo serán las imágenes de dos imbéciles sin propósito, que los muestra quemando nuestra bandera. No es ahí que habremos llegado al punto de inflexión y no retorno.
El “Tipping Point” de nuestro gran temor, aquel que nos confirme que los haitianos están aquí para quedarse, lo será el día que estos se definan como diáspora. En la actualidad, por más congregación creas notar, a pesar de enfatizar ser el mayor socio comercial, ellos son tan solo un colectivo de individuos, con agendas individuales y con el único propósito de sobrevivir el día. A pesar de las docenas de figuras sollozantes y organizaciones no gubernamentales que han surgido en defensa de su caso, lo cierto es que aún no se define una diáspora funcional en el territorio dominicano.
El día que los ciudadanos haitianos viviendo en el país, documentados o no, se identifiquen como diáspora, es el día del no retorno y la aceptación de que están aquí para quedarse. Este será el “Tipping Point”. Por lo visto, ese día se está forjando ocultamente, pero a la luz del sol dentro de nuestra cotidianidad.
Cuando los laborantes de la construcción, factorías y servicios, establezcan sindicatos de trabajadores; cuando comiencen a extraer importantes cantidades de divisas de nuestra nación para enviar a la suya, mediante una remesa formal; cuando se esfuercen en aprender nuestro idioma; cuando existan rutas, servicios y envío de paquetes establecidos; desde el momento que surjan medios de comunicación o programación destinados especialmente para ellos; cuando instituciones posean infraestructuras físicas para el uso exclusivo de sus intereses y necesidades; cuando surjan centros de culto o plataformas sociales de congregación exclusivamente para los vecinos nuestros; cuando controlen o definan como un segmento preciso del sector económico nuestro; cuando desde aquí comiencen a lanzar luchas políticas hacia su país; desde que posean un líder comunitario sin temor a perder nada y nosotros dispuestos a proyectarlo y finalmente, cuando lo cultural ya haya invadido las costumbres nuestras, y su sazón, su música, su vestimenta y jerga no nos parezca foránea, entonces si tenemos que preocuparnos, porque entonces los haitianos que viven en la República Dominicana, habrán llegado a ser una diáspora y el tema haitiano a un punto de inflexión. Habrán superado la brecha del Tipping Point.
¿O es que ya lo lograron?