Cuando eres capaz de entender la biografía de una idea o comportamiento, entonces estás apto para determinar su punto de despegue o de inflexión. Ese es el “Tipping Point”. El detonante. El punto desde donde ya no se puede regresar.
Los dominicanos que residimos en el exterior y mantenemos contacto con familiares, amigos y colegas en la isla, por vía de las ventajosas redes sociales, esta semana nos encontramos con muestras preocupantes, de una invasión pasiva de haitianos. Video tras video que se compartía en estas plataformas, mostraba, como en fila india, centenares de mujeres y hombres de la vecina nación, parecían caminar sin apuro, como quien sabe a dónde va, por nuestros caminos vecinales.
Imágenes que durante décadas hemos temido. Un acto totalmente inusual e incongruente con los procedimientos y normas migratorias de cualquiera nación del mundo, pero más impropia para con la nuestra, porque eran haitianos.
Otra de las tantas imágenes que se compartieron en esos grupos de chat, mostraban agresiones físicas. Unas contra individuos y otras contra la naturaleza. La primera de ellas exhibía impactantes escenas de un criollo de unos treinta y tanto, divagando, desorientado y ensangrentado, víctima de un machetazo a la cabeza, alegadamente proporcionado por un haitiano.
La otra muestra lo fue el interminable y conmovedor relato gráfico de un aparente guardabosque. Ese cortometraje, captado con su teléfono, me asombró y espantó, como por igual al resto de los cien y tantos colegas con los que comparto un chat. El mismo mostraba a un grupo de haitianos, siendo sorprendidos entre montes clandestinos, mientras organizaban tala. La evidencia gráfica de más de dos minutos, parecía un cortometraje, que amenazaba en nunca terminar.
El mismo, narrado por una voz sofocada, por lo que parecía ser un hombre preocupado, con cierta autoridad, y quien debía evitar actos de este tipo. Para sorpresa suya, él se había topado con un proceso de deforestación organizada.
“¿Ustedes no estaban presos hace unos días?”, gritaba. “¿Quién los soltó? Mira tú. ¿Quién los trajo aquí?”, le pedía con voz avergonzada y abismal. El incapacitado testigo no recibía respuestas a sus preguntas, mientras subía y bajaba aquel trecho. Voces en supuesto patuá e imágenes inintencionadas de sepias grises, colocaban al guardabosque y su voz, al frente de un trágico drama de época. De esos que solo Francois Truffaut solía lograr. Pero no era una película.
No había pregunta que él hiciera, que estos supieran como o quisieran responder. Su reclamo, a los supuestos haitianos que organizaban la interminable tramería de palos verdes y secos entre-mezclados, era digno de furia y desesperación. Me vi en sus palabras. Temí por un momento que hasta alguna complicidad criolla podía estar detrás de eso. Porque siempre lo está. Sentí por él y por el verdor de mi media isla. Y me visualicé por un momento, como el dueño de una casa de madera, quien luego de haber fumigado, encontraba comején nuevamente, justo en el mismo lugar.
Acercándose el fin de semana, comenzaron a salir, otros “posts”. En sus mayorías, llamados a la hombría de los criollos u otros ejemplos refrescados o re-editados, de eventos ya pasado, según se confirmara días más tarde. Sin embargo, para aquellos que los vimos por primera vez, eran experiencias recientes. Es como si todo dominicano había buscado en la memoria de sus teléfonos portátiles y sus inseguridades, todo llamado de alerta gráfica, que le diese aval, para sumarle al fuego y contrarrestar la situación. Incluso, comenzaron a salir insólitos memes de Balaguer y peor aún, hasta de Trujillo.
Ah pueblo que tiene la memoria corta el nuestro. Convocar los pensamientos y las acciones de Trujillo, a estas alturas de nuestra democracia, es un acto que solo puedo comprender, como el invalidado reflejo de la impotencia, sobre lo que mis compatriotas sintieron durante esta larga semana. Ruego que no sea la triste realidad que temo. Que el tirano aun pudiera vivir como opción, dentro de nosotros.
La conclusión de la semana, nos trajo advertencias y supuestos apoyos, en las palabras de líderes de otras costas que se sentían identificados con nuestro fallo. Sin importar que sus valores fueran adversos a los nuestros, estuvimos todos dispuestos a citar y compartir frases atribuidas a La Pen de Francia, Sanguinetti de Uruguay y Uribe de Colombia. Pero la idea de menor valía y la que pretendía unificarnos alrededor de este temor, lo fue la dañina hipótesis de conspiración.
Una que se dibujaría sobre los temores y prejuicios con lo que nos crían en la Patria. Que si no es que el “umpire” se vendió; que el juez cogió “cuarto”; que la maestra la tiene cogida conmigo o cualquier otro que alimenta la idea de un complot. Siempre hemos visto las cosas que nos perjudican, a través del lente de la trama oculta.
Para esta ocasión, la conjetura política no podía faltar. La semana y el azote anti-haitiano son llevados al plano político. Evitando una vez más, que el tema sea manejado desde la realidad, seriedad y voluntad que amerita, en vez del miedo. La idea se comienza a propagar entre las redes, advirtiéndonos que la gran maniobra comunicativa de la cual todos habíamos sido participe a lo largo de la semana, era una conjetura orquestada por el gobierno y sus aparentes dotados estrategas, con el propósito de distraer nuestra atención sobre el Caso Odebretch.
Una ridícula e insostenible idea, por su fragilidad y las ilimitadas consecuencias que porta. Pero cierta para todos los que en un momento tomamos tierra alta para huirle al maremoto.
Para antes del amanecer del lunes, el gobierno ya les había pedido a sus fuerzas, determinar la veracidad del asunto. Y al día siguiente, como era de esperar, se concluye que, a pesar de la realidad haitiana, todos esos videos, memes y nuestra premura en compartirlo, era el resultado espontaneo de la incertidumbre que poseemos sobre el tema y no que todos esos vecinos estaban entrando a la nación de Duarte, como Pedro por su casa, ni mucho menos una distracción gubernamental.
Sin importar su detonante, espontaneidad o veracidad, el desenlace de esta semana es un llamado de advertencia a la necesidad de enfrentar esta inevitable realidad con voluntad política y social. Ya no somos el país que se sentía ser permisivo porque llevábamos los turistas a comprar cuadros donde ellos o solicitábamos sus servicios para limpiar un solar. Ni somos el país de hace décadas, que bailaba los merengues de Los Diplomáticos, gozábamos con Feliz Cumbé y nos reíamos de las curiosidades más recientes de Palito ‘e Coco.
Ya hay que comenzar a buscarle respuesta a este tema y situación. Es meritorio y necesario, crear una real Comisión Bilateral, con un verdadero plan de solución y porque no, de hasta resolución. Y que la misma incluya a todos los actores extranjeros que se sienten con derecho regional, político, económico o histórico sobre el mismo. Esto hay que hacerlo abierto, a la intemperie y a la vista de todos. Y que los influyentes y determinante intereses florezcan y salgan a flote. Pues familias se están formando, comunidades se están definiendo, derechos se están exigiendo y figuras están reluciendo. Y esto tiene que aclararse, antes de que quiebre.
Y es debido al escenario y los acontecimientos que se presentaron esta semana, que he optado por visitar el concepto de punto de inflexión o “Tipping Point”, del autor norteamericano, Malcolm Gladwell. Porque creo que el lugar de no retorno, de quiebre o de desate, está cerca. Si no es, que ya ha llegado.
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