La República Dominicana en la actualidad, se ha estado perfilando como una de las economías emergentes más atractivas, para la inversión extranjera. Dentro del marco de una democracia ininterrumpida de más de 50 años, de cuya dos más recientes décadas se ha gozado de una envidiable e indiscutible estabilidad y crecimiento económico, esta nación caribeña se está comportando cada día mas, como un centro fértil para el comercio internacional y sus actores.

Lo mismo ha sucedido con su participación en los escenarios de política exterior, donde los dominicanos nos hemos visto afianzados en un sostenido y valioso manejo de colaboración, cooperación, integración e inclusión en los más importantes temas y quehaceres regionales, de orden técnico, económico, político y social. Tomando en cuenta todos estos favorables elementos, vemos propicio, que dentro de la renovación de la política exterior de la Republica Dominicana termine por trascender sus conflictos políticos vecinales y aproveche esa consistencia político-financiera, acaudalando por medio de la formulación y ejecución de un plan estratégico por medio de su Ministerio de Relaciones Exteriores, sus embajadas y consulados en unisón con las políticas y propósitos trazados por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, una mayor y más definida plataforma de atracción y captación de capital para inversión en sus infraestructuras públicas.

En esos últimos 50 años, a quien Frank Moya Pons, en su más reciente obra le atribuye el título de “El Gran Cambio”, notamos gráfica y textualmente, como la nación dominicana se ha nutrido de una activa apertura socio-política, socio-cultural y socio-económica, asimilando lo mejor que ofrecen los países desarrollados y aquellos en vía de desarrollo, sin alejarse de sus valores y esencia nata.

Para citar las bases de nuestra evolución, basta ver el crecimiento del presupuesto nacional de las últimas dos décadas. Notable también es la progresión del poder adquisitivo del dominicano y el amplio acceso que tenemos a la información mediante todos sus medios. Esos balanceados avances que la RD ha registrado en sus últimos 20 años, se ven reflejados en una alta presencia de multinacionales y sus franquicias; la industria hotelera en ciudad y áreas turísticas; el mejoramiento de los servicios rendidos por el sector privado y el mismo estado, como por igual, los avances en la comunicación, las redes viales, el transporte y por último, la presencia de una estrategia de cooperación internacional que aunque se ve rezagada ante los avances y aportes del sector privado, la misma ha destellado importantes contribuciones técnicas.

Contemplando la estabilidad y progreso económico de las pasadas dos décadas, para los próximos 20 años, la política exterior, debiera trascender los conflictos políticos con nuestros vecinos, pues el tiempo nos ha mostrado, que eso es y será algo con lo cual tendremos que lidiar siempre. El asunto es neutralizar y afianzar relaciones externas, que ejerzan mayor fuerza de apoyo a favor de nuestros intereses, a la vez que estas sirvan de co-participes en la provisión de mecanismos de cooperación que conlleven a la estabilidad del territorio completo de la isla La Española. Sencillamente puesto, la vecina nación de Haití, no puede seguir siendo un elemento disuasorio en los planes de desarrollo de los dominicanos.

Ahora, ya comprobada la actual buenaventura nacional, es propicio aprovechar la firmeza político-financiera que hemos estado viviendo, identificando y captando capital de inversión, por medio de nuestras Embajadas y Consulados.

Propongo una transformación del “Equipo Consular” que nos representa. Uno, dirigido hacia la modernización interna y funcional, mas en tono con el mundo interconectado de oportunidades comerciales y negocios de hoy. Veo al Consulado, como un centro más dinámico, con mayor trascendencia y propósito, donde los Cónsules  y sus Vice-Cónsules son algo más que gerentes de esas instalaciones, algo más que representantes Estatales de la diáspora dominicana.

Lo mismo pienso de los miembros del equipo de servidores públicos que rinden transacciones del Estado, desde ahí. En su defensa, mucho del personal de nuestros valiosos centros consulares y embajadas, generan y se ven obligados a participar en amplias y significativas actividades para la comunidad criolla, en ocasiones sobre-extendiéndose como expositores de nuestra cultura, las actividades de promoción o marketing nacional, tan solo estimulados por el interés que les cede el orgullo nacional, más que el pago que se les rinde. Y entiendo bien que sus obligaciones están suscritas meramente a facilitar los servicios que las instituciones dominicanas ofrecen, pero es notorio que está en ellos, hacer algo de mayor valor y trascendencia. Por ello creo que nuestra juventud preparada, debiera tener acceso a los Consulados y las Embajadas, como centros de pasantía y servicio comunitario a favor de la nación dominicana. Lugares de enseñanza a las futuras generaciones, de la importancia de ser parte de una comunidad global y las herramientas que se requieren para ser parte de ella.

La escala en las que se desenvuelven los Consulados y Embajadas, en ocasiones les permite ser interlocutores entre las partes legislativas y ejecutivas criollas, con los homólogos locales. Pero estos son más fieles a las necesidades e intereses de la nación dominicana, si se prestan a identificar y captar capital extranjero, a favor de nuestro pueblo y sus necesidades. Por ello veo que las funciones de un Embajador o un Cónsul, deben ser ampliadas a favor de un mayor enfoque hacia la captación de estos capitales, dentro de un marco estratégico acordado por los Ministerios de Relaciones Exteriores y el de Economía, Planificación y Desarrollo.

Cuando, me refiero a capital, no lo limito a uno meramente de inversión en infraestructura y servicios para la nación, sino que me extiendo e incluyo aquellos aún más importantes. Pues la época de los Consulados estar gestionando sillas de ruedas, escritorios, camiones de bomberos y ambulancias, ya pasó. La República Dominicana debe perfilarse como lo que es. Una nación en desarrollo. Y una que encabeza a todas las de la región en solidez y estabilidad. No en vía, sino en progreso.

Aunque carezca de accesibilidad a ciertos servicios, nuestra nación está en la disposición de adquirirlos mediante el curso normal de desarrollo, la cooperación internacional o los mecanismos y presupuestos de lo cual disponen sus instituciones.  Por lo tanto, ese desgastado perfil de algunos países Latinoamericanos, de gestionar sus necesidades por medio de la proyección de carencia y necesidad, es uno al cual ya no pertenecemos y el cual ya no debiéramos estar proyectando. Pues somos una nación de casi 10 millones de personas, que posee un GDP que ha crecido en más de 300% en 20 años a $70,000 Millones de Dólares.

Veo que el país está posicionado ventajosamente en la región, donde podemos afianzar nuestros intereses externos,

por medio de sus más de 120 oficinas consulares, a implementar una política más agresiva, hacia la atracción y retención de nuevas inversiones de capital líquido, capital humano, capital tecnológico, capital industrial, capital investigativo, capital docente y de emprendimiento que supere los RD$2,000 Millones de pesos al año.

Los legisladores dominicanos, deben crear las leyes necesarias, para incentivar a que estos capitales vean en la Republica Dominicana, el centro más atractivo para el capital extranjero. Uno copado de incentivos, donde el desarrollo sus ideas, investigaciones, creaciones, manufactura y negocios es más seguro, próspero y fructífero.

Recientemente estuve en Corea del Sur, donde pude reunirme con financistas e inversionistas que están buscando nuevas y estables localidades para expandir sus inversiones, pues sienten que están sobre extendidos y expuestos a un alto nivel de riesgo, al tener todo su capital atado a una región en específico. Estos capitalistas quieren diversificar sus portafolios y ven en los EEUU y el Caribe, una atractiva plataforma para hacerlo. Nosotros como nación en desarrollo, pudiéramos ser ese lugar idóneo para su capital, ofertando continuamente, proyectos de infraestructura, industria o inversión, más allá de los hoteles y el sector turístico, como ya hemos hecho en el pasado con venezolanos, los brasileños y algunos europeos.

Tomemos el ejemplo más cercano a nuestra nación, el de la ciudad de Miami, como epicentro de crecimiento monetario, poblacional y cultural del sureste de los EEUU, además de ser la cuarta ciudad de mayor desarrollo de la nación americana, posee una composición financiera, comercial, social y demográfica que simula en gran parte, la nuestra en RD. Miami, clasificada como Alpha-World City y quien encabeza la economía de un trillón de dólares, hacia la cual se dirige el Estado de la Florida, pudiera comenzar a ver atractivo, su expansión de inversion a nuestra nación.

Sus autoridades empresariales nos han comentado, que en esta ciudad, hay recursos financieros, industriales, tecnologicos y creativos, que no saben qué hacer con los mismos. La RD debe perfilarse como el lugar idóneo para la extrapolación y extensión de ese capital.

Tanto es el caso de que esta ciudad está recibiendo más de 40,000 nuevos residente anualmente, procedentes del Caribe, Centro y Sur América. Entre ellos, Miles de dominicanos de la isla, pero decenas de miles más de otros estados.