En el marco histórico del Coronavirus o COVID-19, la más impresionante y mortífera pandemia del nuevo milenio, el vasto territorio de los Estados Unidos se ha convertido en el perpetuo epicentro global de la calamidad que emite. Además de su azote social, la peste se ha dispuesto a causar estragos sobre su economía, despejando el campo laboral de oficios, y con ello creando una incertidumbre financiera para el resto del mundo. Esta calamidad cuenta con una sola dosis para remediarla. El distanciamiento social. La cuarentena.

La pestilencia COVID-19, desde su surgimiento, ha propagado su infección camino a los tres millones de personas en 210 naciones e indistintamente arrimándose a disponerse más de 160,000 almas. Cifras incomprensibles que, para muchos epidemiólogos, aunque triste y alarmantemente, no refleja la cima de su impacto, sino apenas el afianzamiento de su alcance. Ni en lo global, ni en lo hemisférico, estamos cerca de entender hasta donde llegará la pandemia y sus efectos. Afirman los mismos eruditos que, los Estados Unidos aún no se acerca a un pico de contagio o de muertes diarias, a pesar de estar encaminado a superar los 750,000 casos de infección detectadas y avecinándose a 40,000 víctimas irremediablemente. Un innecesario melodrama, que pudo evitarse, si las autoridades hubiesen sido francas al llamado internacional y no haber querido jugar a la política electoral. Por ello es por lo que los galenos insisten en las pruebas y el distanciamiento, para limitar la propagación de este primer paseo de la versión del virus. Si, tan solo la incipiente adaptación del COVID-19, pues se prevé que, el virus y sus fastidios, estará de regreso para el otoño, con otra propagación patógena. Sin embargo y debido a la insistencia del Presidente Trump, esta semana, el equipo a cargo de las políticas sobre el COVID-19, se vio en la premura de mostrar una ligera guía de fases de integración social y económica.

Bueno, ya sea por presiones políticas, económicas o sociales, aceptemos el lugar donde estamos. Bien sea en los Estados Unidos, en República Dominicana o en cualquier otra nación del hemisferio. Habrá tiempo para repartir culpas y compartir conspiraciones. De señalar quien sacó provecho y quien sacrificó su vida por el resto. Sin fijar motivos o culpables, de cómo se llegamos aquí, aceptemos que el costo que tenga que aplicarse para evitar la pérdida de una vida o los recursos necesarios para el tratamiento de miles, aunque inmensos e incalculables, deben estar disponible.

Ese potencial detrimento, ya sea de uno o un millón, debe encontrarse de frente con todos los esfuerzos y recursos posibles. La vida hay que preservarla. Es por ello, por lo que los presupuestos para las dependencias y planes de salud gubernamentales, al igual que las inversiones en la industria de la salud por los sectores privados, han rectificado sus cifras futuras y señalado un sincero interés en incrementarlo. Pandemias como estas seguirán surgiendo y estamos llegando a la maduración social de aceptar que, la salud no puede seguir siendo una oferta comercial. La sanidad es parte de los derechos naturales del hombre, al igual que “… la libertad y la búsqueda de la felicidad”, como fija la Constitución de los Estados Unidos, para el anhelo de todos.

Desde el último trimestre del año 2018, la industria de la salud en los Estados Unidos, superó la fabricación y el comercio minorista, para convertirse en el mayor empleador del país. Por lo que la decisión, de aumentar presupuestos, servicios e inversión, será aún más fácil. Con esta experiencia hemos aprendido que la mayor pérdida de civiles, vendrán fundamentalmente por la falta de información por parte de los más vulnerables, al igual que por la poca preparación y ejecución de políticas públicas y privadas, ante una pandemia. Por ello, los fondos que se inviertan, ante todo y de primero, deben ser destinados a la prevención mediante la información y educación, sobre los más vulnerables: los envejecientes y las minorías de menor ingreso en los Estados Unidos, los afroamericanos y latinoamericanos. De segundo pero no menos importante, el capital debe impactar la inversión sobre normas públicas y privadas, en la investigación, el tratamiento y el equipamiento necesario para enfrentarla. Pero esas decisiones médicas las puede tomar cualquiera. Sin disminuir su importancia, incluso, la estrategia de mitigación mediante el distanciamiento social y la misma cuarentena, son posturas típicas de un desastre pandémico. Tal como dije sobre el componente presupuestario y su incremento. A todo lo que uno suele tirarle dinero en asuntos sociales bajo la responsabilidad del Estado, tiende a reflejar mejora inmediata. Aunque no siempre es así, cuando se trata de la economía.

El antídoto de distanciamiento social, trae consigo otro virus: el trecho económico.

El análisis que arrojara soluciones sobre las economías locales, dependientes, adjuntas o complementarias, y las dificultosas medidas de reacción, debe llevar la interpretación de que es parte de un mundo interconectado, donde las fronteras físicas de una nación, son invisibles, ante el intercambio comercial entre partes o en el caso de nuestro interés latinoamericano, la misma remesa.

Los analistas advierten que, en las próximas tres semanas, esa cifra puede superar 30 millones de personas sin empleo, disparando la tasa de desempleo a un 15% cuando el informe de empleo del mes de abril se publique a principios de mayo. Eso representaría la pérdida de puestos de trabajo más grande y rápida, desde mediados del siglo pasado. Aunque pareciera similar al 2008, en realidad es incomparable con lo que está sucediendo ahora. Durante aquel período, a la economía le tomó unos 10 meses, para que las solicitudes sobre el seguro de desempleo llegaran tan alto como ha sucedido ahora. Y todo en menos de un mes. Con el desplome de la salud de una nación como los Estados Unidos, llega el hundimiento de su patrimonio y, por ende, el de las poblaciones atadas directa e indirectamente a ella. Por ello la importancia de mitigar mediante aislamiento físico.

En cierto modo, nuestros países latinoamericanos y sus economías emergentes, no están exenta de la actual adversidad que vive la nación norteamericana. Esta de por sí, se suma a la que ya se vive en nuestras naciones. Por ello es, por lo que no podemos estar muy esperanzados con lo que estamos escuchando por los noticieros o leyendo en los medios. Con la sorprendente cifra de casi 7 millones más, de personas buscando beneficios de desempleo la semana pasada, Estados Unidos ha alcanzado un hito sombrío, donde más de uno de cada diez ha perdido su trabajo en las últimas tres semanas, debido al brote de coronavirus.

La cuarentena económica y su impacto sobre las remesas.

A pesar del giro en los últimos cuatro años, hacia lo hostil y amenazante, por parte de las políticas de la Casa Blanca en torno a los inmigrantes, en especial a los procedentes de América Latina, no podemos obviar el hecho de que, si bien políticamente queramos invocar ser independientes y autosuficientes, nuestras economías emergentes y nuestras programaciones públicas, aún están directamente atadas a los Estados Unidos. Incluso las de países como Perú, Brasil y Paraguay, cuyas economías dependen de mercados geográficamente cercanos, la nación norteamericana sigue siendo un valioso socio comercial, proveedor de subsidios, préstamos, inversión y fuente de remesas. Y de todos ellos, no hay mejor ejemplo que la remesa. Por la independencia del fondo.

Visto que 78% de las remesas recibidas por los países latinoamericanos provienen de inmigrantes en Estados Unidos, y la mayoría del restante 22% de países de Europa, que con la actual condición de desempleo a causa del COVID-19, deja fijo que los próximos meses serán devastadores para sus economías y poblaciones en vía de desarrollo. La diaria inyección de capital con la que contaban, se verá mermada. Según las proyecciones de los analistas del Banco Mundial, al concluir el 2020, la caída de los aportes de fondos u otros activos enviados por los migrantes a través de canales formales como los bancos alcanzará un déficit regional de hasta una quinta parte menos de lo acostumbrado. De US$98 mil millones que se preveía, a US$77 mil millones.

Entendiendo que los más afectados de un paro laboral, como el que está ocurriendo en los Estados Unidos, son los inmigrantes que laboran mayormente en puestos de la economía de servicio, confirma que las más vulnerables serán las naciones de origen de estos, al momento de considerar el esperado flujo de divisas que representan las remesas. Entre los más afectados lo estará Cuba, con una potencial pérdida de más de un 30% de sus esperadas remesas para el año 2020. Seguido de República Dominicana cuyos más de US$6 mil millones recibidos en el 2019 se verían reducidos por 25%. Mientras que Colombia y México con una reducción proyectada en un 22.5%. En un escenario pesimista, esas cifras pudieran muy fácilmente alcanzar un déficit común para la región, de hasta un 30%, aseguran técnicos financieros.

Todas las naciones que han sido impactada por el virus, perderán almas, industrias, empleos y muchas de sus empresas pequeñas se irán a la quiebra. Las tasas cambiarias se alterarán y los pagos de deudas extranjeras tendrán que ser reestructuradas. La austeridad será parte del proceso. El distanciamiento físico trae consigo el trecho económico. El trance sanitario que atraviesa el mundo hoy, será superado. Y no necesariamente con planteamientos de fases de integración económica y social, como los que hiciera esta semana la Casa Blanca. Habrá que ser más valiente que eso, al tomar decisiones económicas y sociales en favor de la población. Como aliento nos queda saber que al menos nuestras ciudades y naciones afectadas, no quedarán con los efectos de la Gripe Española de hace un siglo, aunque si con una crisis económica con la que tendremos que lidiar en lo adelante y de seguro por los próximos años.

Pero por el momento, consciente de que los envíos económicos que llegan a nuestras naciones latinoamericanas provienen en su mayoría de los países más afectados, como lo son Estados Unidos, Italia y España, aceptemos entonces que, en lo que la normalidad regresa, las remesas, seguirán en cuarentena.