Palabras Centrales,

Conferencia: Diáspora y Desarrollo

Puesta en Circulación de Libro “Diáspora y Desarrollo” en Rhode Island, EE. UU.

State House, Rhode Island (El Capitolio)

 

Buenas Noches

Secretaria de Estado del Estado de Rhode Island, Nellie Gorbea. Primera hispana en conquistar un cargo de incidencia total sobre un Estado de la Región conocida como Nueva Inglaterra.

Senadora Estatal del Estado de Rhode Island, Ana Quezada. Primera Dominicana en asumir ese cargo Estatal.

Representante Estatal del Estado de Rhode Island, Grace Diaz. Primera Dominicana en la historia de los EE. UU. en ser electa a un cargo Estatal. Miembro/Fundadora Dominican Independence and Heritage Award Committee of Rhode Island

Concejal para la Ciudad de Providence, Sabina Matos. Primera Latina en asumir la Presidencia del City Council de la Ciudad.

Impresionante la representación femenina en los despachos de poder, influencia 

y gerencia pública en este Estado de Rhode Island y su capital, Providence.

Vale resaltar que, entre mis ostentaciones está, el que fui criado por mujeres. Algo que resalto siempre, como el mayor de mis dotes.

Concejal para la Ciudad de Central Falls, Franklin Solano. 

Dirigentes de nuestros partidos Políticos dominicanos aquí presente.

Presidente DIHACRISeñor Isidro de León

Aprovechamos para saludar por igual, sin poder pasar por alto, al pasado Senador Estatal Juan Pichardo. Primer dominicano en esa posición y miembro fundador de DIHACRI.

Y en especial, quiero dar gracias a DIHACRI, por la gestión y motivación a favor de traer esta Conferencia a Providence. Sobre todo, al Arq. Pedro Pablo de la Rosa por su coordinación. Muchas Gracias.

Señor Hugo Adames, Nuestro Monseñor de la Comunicación. 

Distinguidos miembros de la comunidad.   

Amigos todos.

 

Buenas Noches

Como arquitecto, y hombre de la construcción, no puedo iniciar el intercambio de esta velada, sin resaltar lo ponderado y majestuoso que es la edificación que nos cobija esta noche. Una que más allá de guardar los intereses públicos del Estado que completara las trece colonias originales que formaron esta nación, es una que recoge las armonías de lo posible. Realmente impresionante.

Este Capitolio, de arquitectura neoclásica de finales del siglo 19, hito regional de Nueva Inglaterra, registrado como lugar histórico de la nación, se luce, al exhibir una cúpula estructuralmente independiente, fabricada en el eterno material de mármol, y que, para los expertos descendientes de Brunelleschi, es considerada la cuarta más grande del mundo.

Valioso detalle que resaltar, visto la paradoja que concurre al poseer un domo en suspensión de esta escala. Uno que a su vez es indirectamente proporcional a la dimensión territorial del Estado que lo porta.

Pero más que esa indiscutible acotación, la edificación es un atrevimiento evidente de la ingeniería del siglo 19, tal como es, reflejo de la tenacidad y ambición de los fundadores de entonces y de los ciudadanos que hoy componen la antigua Colonia de Rhode Island.

Reitero que tienen ustedes aquí, una joya arquitectónica, que bien los representa. Mis respetos a los arquitectos de la firma McKim, Mead & White. Autores también de diseños tan importantes como Penn Station y la Universidad Columbia en Nueva York, y las renovaciones de los Aleros Oeste y Este de la Casa Blanca, en Washington.

Así como supieron los líderes de entonces, decidir el porte del edificio que albergaría los asuntos del pueblo “The people’s business”, de igual forma, los habitantes de Rhode Island siempre han conocido quiénes son y hacia dónde se dirigen. Tanto en aquel entonces, como hoy, los isleños de roda se han caracterizado por poseer firmes valores de compasión y una gran determinación de ideales de inclusión y libre expresión.

Su absoluta convicción a ello, puede ser vista en ejemplos de su historia antigua. Al ser los primeros en renunciar lealtad a la Corona Inglesa, y a su vez, ser los últimos en ratificar la Constitución Original, por considerarla de poco alcance. No menos igual al Providence de hoy. Uno con la evidente tolerancia y promoción, hacia grupos minoritarios y su interés en impulsar a que estos logren importantes representaciones dentro de las ramas gubernamentales locales o estatales.

El espíritu de esta porción de Nueva Inglaterra, lugar donde iniciara la era de la industrial, en América, es uno de motivación, aceptación y participación. En fin, de comunidad. Y coexisten todos, a pesar de que su población es mayormente anglosajona. Poco más de un 80%. Y lo halago de manera abierta, consciente que, los dominicanos están entre los beneficiados de ese altruismo. Por ello hago eco en este salón. Porque además aspiro a que, lo que sucede aquí con la diáspora dominicana, pueda replicarse a todo lo largo de este tejido democrático llamado América.

Yo vengo de un Estado cuyas costas se asemejan más a las de nuestra nación de origen, que a cualquier otra de las docenas que albergan nuestras diásporas del mundo. Su condición climática es casi idéntica y se puede decir que al visitarlo, todos coinciden en que cualquiera de las grandes ciudades del Estado de la Florida, es exactamente lo que todos visualizamos como el posible Santo Domingo. Pero solo si allá tuviéramos un régimen de consecuencias.

Todo eso es cierto sobre la Florida. Es cálida, compleja, multicultural, pluri-racial y hasta inclusiva, se percibe ser. Sin embargo, aquel lugar que luce más como la Patria dominicana que cualquier otro territorio en la diáspora, es en realidad es el lugar donde los dominicanos, nos parecemos menos a como éramos en Quisqueya.

Puede que las distracciones causadas por las tantas ofertas de esparcimiento, el colectivo de nacionales de otros países que hablan el mismo idioma o hasta el mismo favorable medio ambiente que exhibe, ha hecho de nosotros, entes apáticos, de escasa participación y  poca unidad. Siempre muy ocupados para estar en asunto dominicanos. Lo que pareciera es, que siempre hay muchas otras cosas que hacer.

Para que entiendan. La falta de cohesión ha impedido que los dominico-floridanos demos el próximo paso, en lo que se refiere a la evolución de nuestra diáspora en el sureste de los Estados Unidos. Aún no hemos podido pasar las páginas de nuestra historia, más allá de la introducción que insiste en definirnos por colores, como bien han podido hacer ustedes, al momento de promover el poder local. Aunque otros insistan en que donde hay dominicanos, siempre hay pelota y sobretodo mucha política.

Conciban esto. Ustedes que ya han trascendido la isla para juntos construir los espacios de liderazgo que espera esta nación de sus inmigrantes, se preguntaran, ¿por qué no podemos replicar esta coalición en otras partes? El Estado de la Florida posee más de 200 distritos legislativos estatales con unos 400 más alcaldías y superando 2,000 concejales o comisionados, y sin embargo, solo tenemos una dominicana electa. De los más de 200,000 personas que se autodefinen como dominicanos, tan solo tenemos una, escogida por vía del voto. Aún no hemos evolucionado al punto de entender que solo somos tan fuertes en nuestro país de origen, como lo somos en nuestro país de residencia. Eso es algo en lo que ustedes como diáspora evolucionada, ya han alcanzado.

La apatía y falta de integración entre los nuestros, siempre ha sido tema de estudio en la Florida. Y porqué no, hasta muchas otras diásporas también. La evidencia muestra que, la mayoría de los dominicanos que llegan a los Estados Unidos con planes, inicialmente gravitan hacia el repelo de todo lo autóctonamente nuestro, en vez de atraerse hacia ello. No nos cobijamos en los espacios nuestros, en busca de apoyo. Lo sé porque yo también fui culpable de ello. Sin embargo, aquellos que llegamos sin planes, a poco tiempo buscamos refugio, orientación y apoyo en nuestras comunidades establecidas y sus miembros.

Podemos decir que en esta región del nordeste de los Estados Unidos, visto sus condiciones, desde la llegada de Fefa, hace ya seis o más décadas o desde el arribo de Tatica, hace seis y tantos días, el dominicano que alcanza los predios de Rhode Island con planes y sueños, como aquellos que no, encuentran una acogedora y fértil tierra donde plantar. Y lo puedo decir, porque ustedes al llegar aquí, a pesar de que como todo otro dominicano, aún viven con el cuerpo aquí y la mente allá, ustedes se ocuparon por ser parte del tejido de la idea de América, sin perder aquello que los define como dominicano. Aquí la apatía fue superada por la cofradía y el calor humano que se hacía necesario cada invierno.

Ustedes conocieron hace tiempo, que solo podían crecer y avanzar, si pasaban la pagina y creaban instituciones propias locales, si participaban en las ya establecidas por otras comunidades, si se ayudaban mutuamente sin narcisismo y si entendían que la mejor forma de ayudar la Patria, era siendo un mejor americano.

Aceptando que, a pesar de tener colores que los definían en la isla, estos no podían interponerse al posible progreso de esta providencia. Y saber que las diferencias de opiniones solo eran eso y que nada en el fondo podía ser personal. Porque estaban solos en el gélido invierno ajeno, en la penumbra, en el sueño de lucha por avanzar y hacer patria en casa ajena. Porque supieron pasar la página, luego de terminar de leer el capítulo que los define como inmigrantes. Y sabiendo que leerían el próximo capítulo e incluso que hasta pudieran ser parte de él.

Las sociedades de mayor y constante progreso, son aquellas capaces de encontrar mediación en sus diferencias y unificación en sus certezas compartidas. Lo perfecto no puede ser enemigo de lo posible. Si no coincidimos en 20% de las cosas, eso no debería impedir que trabajemos en favor del otro 80% que sí. Y lo digo como lema de vida. Como también digo que, vivir bajo un esquema de compromiso, es vital para ensayos a los que tengas que recurrir en el presente y en el futuro.

Para el dominicano en el exterior, es de mucha valía aceptar que él o ella, es de aquí, sin dejar de ser de allá. Porque ser de aquí, es un estado cuasi particular. Propio de una población que amanece y se acuesta sabiendo que posee costa, que inviste mar, que asienta horizonte. Sin dejar ser quiénes son y quienes eran. Pero también siendo alguien nuevo. Por ello, los que llegan aquí, de otros Estados o de otras Naciones, en poco tiempo son abanderados de la providencia que representa este estrecho de vasta tierra.

Se requiere de mucho coraje, iniciar de nuevo. De dejarlo todo atrás. De estar dispuesto a comenzar desde cero. Para ello, no solo hay que tener hambre emocional y económica. Para tomar ese paso, la valentía es vital.

Y para ejemplo, están las historias de muchos como ustedes. Paradigmas como el de todas las Fefas, las Graces, las Sabinas, los Juanes, los Pedros y las Anas, que a diario hacen Patria en casa ajena. Por todos esos que tratan lo mejor posible, de quedar bien, de empeñar la palabra con el compromiso y de saber que aunque hoy estoy arriba, mañana me tocará vestir de humildad mis ambiciones. Por hijos de Duarte como ustedes y como yo, fue que entendí que era necesario comenzar a darle sentido a las cosas, escribiendo a través del lente por el cual el dominicano en el exterior ve.

Plasmar en versos, en trova y en prosa, como percibimos las cosas. Un documento enfocado en su desarrollo y con un lenguaje transcultural, fresco y fluido, que proyecte una nueva voz y una visión mucho más plural. Que impida que otros nos definan como entes de una sociedad tal, ni mucho menos precise lo que pensamos como inmigrantes, por las acciones de unos facinerosos. Hacerlo todo muy diferente a como hasta ahora se había escrito sobre y desde la diáspora. Porque no somos los mismos que éramos antes de venir aquí. Tenemos nuevas referencias, realidades e intereses que antes no poseíamos.

De escribir a través del lente de nosotros y no necesariamente de nosotros, había que hacerlo desglosandolo bajo el marco de la actualidad, con pasión, pero sin apego. Llamando las cosas por su nombre y exigiendo en cada oración, un mayor y mejor compromiso por parte de las diásporas en los EEUU, para con su comunidad local y la de su origen.

Escribir para ser leído, pensado y accionado. Sobre una visión sin compromiso, sobre lo político, lo social, lo económico y lo cultural de las diásporas. Sin tener que dar halagos ni estar dando pergaminos de reconocimientos sin fundamento o fondo, en cada línea o en cada estrofa, para lograr ser leído.

Porque es hora de que asumamos la responsabilidad que nos corresponde para con la Patria. Y que también se nos tome en cuenta más allá de ser una fuente de divisa. Que se nos asuma como lo que somos y no como lo que les ha convenido que seamos. La diáspora dominicana en los Estados Unidos es una reserva de recursos humanos, de real inversión, de capacitación, de propuestas y sobre todo patrióticos. Entes del patrimonio nacional, que están a la orden por adeudo y dispuesto a lograr lo posible, pero jamás lo indebido.

Lo digo, consciente de que somos culpables de permitir que las remesas y uno que otro episodio nos definan. Nosotros somos mucho más que eso. Pero hemos permitido esa sola valoración. Y lo digo responsablemente. Porque la época de ser minúsculo, ya vino y ya pasó. Miren a su alrededor. Miren el talento. El desarrollo. La reserva. El potencial. Lo posible.

Caractericémonos por poseer firmes valores de compasión y una gran determinación de ideales de inclusión, justicia y entrega. Con la evidente tolerancia y promoción, con la que se impulsan desde esta porción de Nueva Inglaterra. Justo en este momento en la historia de nuestra nación, donde aparentemente está concluyendo un capítulo y estamos a punto de pasar la página hacia otro.

Cuanto quisiera creer esta noche, bajo el Capitolio de mármol que nos cubre, que ese nuevo apartado de lo posible y de la nación que llevamos dentro, iniciará con nosotros, “los de fuera”, los ausentes”, “los de los países”, con la diáspora como protagonista de las primeras líneas de esa nueva página que todos comenzarán a leer.

Pero primero hay que comenzar a mostrar la mejor cara. Y con ellas, nuestros mejores dotes. Abandonando ante todo, esas cajas de resonancia que han limitado nuestro crecimiento como diáspora en esta gran Nación. Y que también ha impedido que seamos tomados en serio en la nuestra. Y aceptar que aquí es que vivimos, a pesar de que vivir fuera, no nos exenta de las incertidumbres o esperanzas o carencias de la nación que llevamos por dentro.

Lo que si se, es que es hora de que nosotros asumamos nuestra responsabilidad y nuestro rol, en el desarrollo de la diáspora y lo que ella representa para la nación de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón. Esta bueno de permitir que otros que no viven aquí, nos definan.

Pero hagámoslo como constructores. Como se ha hecho con este Capitolio que nos cobija esta noche y esta comunidad que nos guarda. Exhibámonos como una cúpula estructuralmente independiente, fabricada en el eterno material del desarrollo y el patriotismo. Con valores que recordamos como nuestros y otros nuevos que hemos adquirido en la diáspora.

Con motivación, con aceptación y con participación. Pasando la página y animado a leer el próximo capítulo, sin olvidar el anterior.

Con respeto. Con astucia. Con respeto. Con responsabilidad y con altura.

Porque, en fin, la Nación que todos soñamos, aun existe.

Buenas Noches y muchas gracias.