CONVERSACIONES CON LA DIÁSPORA -Comencemos a escuchar a la Diáspora, por qué estoy seguro de que la Nación que ellos sueñan, aún existe.

Temor al fracaso o iniciar de nuevo, no pueden ser dotes de un emprendedor. Esta fue la gran lección que recibí, al conocer la trayectoria del dispuesto luchador y ejecutor de sueños, Fabio Tejada. Gerente General de la conocida Empresa de Envíos y Carga, Santo Domingo Shipping, ubicada en la Ciudad de Doral.

Fabio Tejada Hijo, nace en Santiago a inicio de los años 70, fruto primogénito del primer médico veterinario para el aérea agropecuaria de Santiago, Dr. Fabio Tejada y Águeda Núñez, una empresaria y administradora de empresas del sector tabacalero. Y con ese prólogo y acomodados sobre unas cajas en el almacén del negocio, arranca a contarnos como legalmente ilegal, su historia lo trae a Estados Unidos, hace tres años.

Fabio, a quien encontré raro que no tuviera apodo, visto nuestra cultura dominicana de apropiar a cada quien, de un mote o seudónimo, decide iniciar su relato en las escenas felices de su niñez, junto a su hermano y hermana menor, en el Barrio Los Jardines de Santiago. Allí los abuelos, educadores ambos, llenaron sus tiempos de ocio, con curiosidades, enseñanzas y mucho apoyo. Orgullosamente y quebrando su acostumbrada sonrisa, me cierra el pensamiento diciéndome, “Rodolfo, mis abuelos, Héctor Tejada y Luz Mendoza, fueron condecorados por el presidente Balaguer, con las Ordenes de Duarte, Sánchez y Mella, al igual que con la Gran Cruz de Plata, por sus méritos a favor de la educación”. El cuadro que me pinta es uno que hace referencia al valor de la familia. Y sin decir nada, gestiono mi cabeza hacia abajo, en señal de respeto por sus ancestros.

El Cibaeño de pura cepa, que aun deja escapar sus “i”, no me cuenta mucho de sus años de intermedia y bachillerato, pero sí de que fue en un Colegio llamado “Las Américas”, el cual dirigían unos cubanos exiliados, que logra estudiar inglés y conocer de las ideas que lo llevarían a ser emprendedor.

Sin complejos, desde este almacén a medio iluminar, lleno de cajas, equipos, tremerías y un montacarga, me dice, “Papi me decía que, en la vida, había que estudiar. Que el profesional, tenía la mitad del pleito ganao”. Y es ahí donde me cede que es Ingeniero Industrial, graduado de la Católica Madre y Maestra. Carrera que le costearon sus padres. Sin embargo, me agrega, “Pou, ya yo era un emprendedor. Mi primer negocito casi me descarrila la carrera. Fíjate. Yo llegue a montar un carrito de Hot Dog cuando estudiaba en la universidad…” y entre carcajadas me dice como él lo armó. Soldadura y todo. “Muchacho, con el tiempo, Papi me hizo soltar eso. Es que el dinerito me daba para darme mis buenas salidas. Y me estaba desconcentrando.”

De ahí, pasamos a su etapa adulta. Le pregunto. ¿Y al graduarte, que hiciste? Me cuenta que el titulo lo lleva a una larga experiencia en las Zonas Francas del pais, donde además de la gerencia, producción, manejo de recursos y el amor por el trabajo, conoce de la importancia del servicio social y el activismo político. “Me sensibilicé, Rodolfo. Después de diez años, entendí que no solo podía pensar en mí. Trabajar para marcas como Levy’s, Dockers o en proyectos de la tienda Kohl’s, no era suficiente”, nos confía. Y es ahí cuando decide tener más libertad para sus ideas y sentimientos. Deja la Zona Franca y arranca. Emprende con nuevos bríos, los cuales, al poco tiempo, lo llevan a representar su país, en el Congreso Iberoamericano de Jóvenes Emprendedores en Brasil.

Su ambición nunca se fija en el trabajo del momento, sino en la que todo emprendedor se pone de frente, el próximo reto. Y fueron varios los que llega a ejecutar, pero un contrato en especial lo lleva fuera del país, a experimentar en asuntos de logística, encabezando una importante empresa en Venezuela. Pero al año de su contratación, la empresa opta por irse del pais suramericano, dejándolo con la única opción de regresar a República Dominicana, donde ya había cerrado capítulo.

Pero la perseverancia premia a los trabajadores. Y junto a una tecnología brasileña, nuevas oportunidades se presentan, permitiéndole implantar un sistema novedoso de fumigación con “motores”. Salud Publica prontamente lo contrata, para combatir los mosquitos en los barrios. Pero como es sabido, el que cuenta con contratos del gobierno, debe contar con otro respaldo.

La historia de Fabio no es única de él. Es la de todo emprendedor. Prueba y error. Enfrentan las ideas, las ambiciones y sus retos, con la osadía que solo puede poseer un superhéroe de caparazón impenetrable. No tienen miedo a fracasar. Hecho que lo destina a ser un triunfador.

El profesional de la ingeniería industrial que ve todo en base a retorno sobre inversión, nos lleva de la mano, a lo que es el desenlace de su actualidad de hoy. Y con el pie alzado y un brazo extendido sobre el montacarga, el hijo del veterinario me cuenta que, la oportunidad de venir a Estados Unidos viene de manos de su esposa cubana. Y que la misma, fue una decisión que tuvo que tomar hace tres años.

Esta tierra está hecha para hombres como él, pero al comienzo, me dice que no se encontraba. No sabía qué hacer. Estaba desorientado y sin referencias. Acostumbrado a trabajar, no entendía como tenía que tomarse el primer año completo de manera sabática, debido al estatus migratorio, que le impedía laborar. Un año difícil. Pues además de esa impotencia de inutilidad, la mayor fue la que sintió al perder a a su padre. Acto a lo cual no pudo asistir, debido a su estatus migratorio.

Su rostro cambia de facción y me dice. “Papi, me dijo antes de morir. En una videollamada desde su lecho y en presencia de su esposa e hijos. “Mi hijo, resuelva su situación con su familia, no te preocupes por venir, que no vas a resolver nada””.

Bajo esa triste escena, arribamos los últimos 24 meses. Cumplido el año, Xiomara Rodriguez de Santo Domingo Shipping le ofrece un trabajo, como chofer. Oferta que ve más como una escuela con libertad de tiempo, que un ingreso mismo. Y no la desprecia. Fabio guarda su orgullo en el bolsillo de atrás, junto a su título de Ingeniero Industrial, y emprende a encontrar lo que este país le prometió. Al poco tiempo parte de la noble experiencia de embarcador, a una oportunidad en una cadena de repuestos automovilísticos en la Ciudad de Tampa. Allí pone en función, todo aquello que, había aprendido en las Zonas Francas de su pais. De almacenista y vendedor, pasa en meses, a asistente y luego a dirigir un establecimiento.

Dice que para triunfar en este país se necesita de tres elementos fundamentales: la disciplina, la austeridad y el respaldo familiar. La distancia entre su oportunidad en Tampa y su familia en Miami, le confirmó eso.

Luego de algunos meses en Tampa, Fabio regresa a Miami y a la embarcadora que le dio su primer empleo en los Estados Unidos. Pero esta vez no como chofer, sino como Gerente, con el mismo apoyo y la bendición de su dueña.

Fabio ve lo que muchos vieron antes de llegar, pero que nunca encontraron. No el dinero en la calle, sino una oportunidad en cada esquina. “Rodolfo, sólo se requiere de la perseverancia y consistencia. La vida es muy corta y a los soñadores siempre nos falta tiempo y oportunidades para lograrlo. Aquí, las encontré.”

El siempre sonriente y brillante ser humano, de espíritu liviano y convicciones sopesadas cierra el encuentro diciéndome. “Pou, no creas que he dejado atrás a mi Santiago y mi gente. Esta nueva iniciativa me acercará de nuevo a ellos. Y te aseguro, que cuando llegue el momento de retirarme, iniciare de nuevo, como siempre he hecho en mi vida. En alguna loma en el Cibao. Con un rancho, con un techo construido por mí.”

Terminando nuestra conversación, le aseguré que la nación que él sueña aún existe.
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