CONVERSACIONES CON LA DIÁSPORA -Comencemos a escuchar a la Diáspora, por qué estoy seguro de que la Nación que ellos sueñan, aún existe.
Amada Vargas Rojas es una de esas personas, por la cual sientes cariño, por referencia. Además de que su nombre le va como anillo al dedo, aún sin conocerla, el joven espíritu de Tenares, me tenía conquistado, visto su trabajo y trayectoria social, el cual ya me habían cedido los compatriotas que la conocen de años.
“Los dominicanos tenemos ideas brillantes, pero nos falta el más importante elemento para lograrlas. La perseverancia.” Es la gran lección que me llevaría de este intercambio, y una que he optado por citar al frente del escrito, para asegurarme que no quede oculta entre el texto de su historia.
Llegué el primer caluroso día del año, a un discreto, pero muy a la vista establecimiento, en la base del edificio más alto de Allapattah, comunidad dominicana en eterna vía de desarrollo. Allí me encontré con la servidora pública más intelectual y desinteresada que poseemos los criollos de la Florida.
Al presentarme, como es de costumbre isleña, me refiero a ella como Doña y ella a mí, con un tono cariñoso, como Papa, sin el acento. El trato y palabras de introducción, de la Directora Ejecutiva del Centro Latinos Unidos, me hacen remontar a la vez que conocí a Doña Dedé Mirabal, casualmente, en Salcedo, y como su tierno trato me hizo sentir ser familia.
Sin saber bien del propósito de estas conversaciones, pero confiada como toda servidora social, a nuevas iniciativas, la idealista un tanto intrigada, me encamina al salón adjunto, uno con más de 20 computadores, tremerías con material educativo, pantallas de proyección y blancas para ejercitar ideas y ejemplos. En realidad, un oasis tecnológico y didáctico en aquel barrio de fieles estancados.
Su naturaleza como servidora y soñadora, la hace poner a un lado, la desconfianza que muchos otros sentirían, con aquellos que siempre aparecen a “preguntar”, a “ayudar”, a “participar”, por lo que se entrega sutilmente a mis inquietudes.
“Dime Papa, que es esto que estás haciendo”. Le respondo de manera sincera, “pues estoy escuchando a los dominicanos que, con sus gestos, hacen Patria, aun estando lejos de ella. Porque creo que la Nación que ellos soñaron aún existe.” Me escucho yo mismo mientras lo digo, y siento vergüenza, porque temo haber sonado ensayado. Pero Amada no juzga. Por eso puede hacer lo que hace a diario. Ser la proveedora de las escaseces de otros.
Comienza a delatarme, cómo llega a Lawrence, Massachusetts por vía de Brooklyn, a la edad de catorce años. Dice encontrarse fascinada con la similitud de esa pequeña ciudad, con Santiago de los Caballeros, pero destruida a la vez, por la impotencia de no poder entender o hablar el idioma. Según recuerda, solo seis familias dominicanas, habitaban el área.
Dice que encontraría refugio en las palabras de un profesor de matemáticas, quien la estimulaba, asegurándole, “tranquila, que vas a aprender”. Años después, lo confirma, al graduarse con su primera licenciatura en Educación, del Gordon College. Y con ello inicia su primer acto de retribución social. Amada Vargas, dominicana de pensamiento y espíritu social, se involucra con la educación bilingüe en comunidades emergentes.
Con el tiempo, la isla le llama. Y convence a su pareja de que la acompañe a regresar. En el ’76, justo en la víspera de grandes cambios políticos y sociales, Vargas inicia sus labores, en el Colegio Carol Morgan. Experiencia que llena todos sus deseos y la cual extiende por años. Pero como nos pasa a los que nos hemos montado en la montaña rusa de la ilusión de vivir en o fuera de la patria, justo en el séptimo año, siempre nos llega un picor.
Esa comezón, lleva a Amada, a regresar a Estados Unidos en el ’83, donde logra dos Maestrías, en Lesley College, las cuales veía necesarias para complementar su Licenciatura en Educación. Sin embargo, apenas siete años más tarde, tal como había pasado antes, la picada regresa de nuevo y la posibilidad de regresar a la Patria, se ve justificada por una propuesta de negocio.
Esa oportunidad trae consigo un triste desenlace, el cual termina dejándola viuda y con cría.
En busca de nuevos aires, decide ir a un lugar donde no conoce a nadie. Así llega a Miami, donde de manera secuencial, va identificando dominicanos que le van trazando los detalles de lo que va a ser su nueva vida. Dice, “nunca tuve intención ni idea de tomarle un centavo o ayuda al Estado”.
En su afán de estabilizar su recién llegada, conoce a un compatriota, quien le presenta a otro quien, a su vez, oportunamente, le cede el trabajo que este estaba abandonando, en el sistema escolar del Condado de Broward. Pero no piensen que tampoco fue así de fácil. A veces, los hispanos adyacentes pueden ser tan discriminantes hacia otros hispanos a quienes les guardan prejuicios, cuando generalizan sus rasgos culturales, tanto como los de cuellos enrojecidos, con el resto de la humanidad.
Con ánimo de reinventarse, se dispone a alcanzar un Doctorado en Filosofía & Educación Tecnológica, el cual termina en Nova Southeastern University.
A lo largo de los años y los lugares vivido, Amada, llega a ese momento donde la vida adquiere sentido, y se remonta en los recuerdos de aquel maestro de matemáticas que la estimulaba, diciéndole, “tranquila, que vas a aprender”. Se pregunta sobre otros como ella. Latinos de primera generación. Sin orientación. Sin herramientas. Y hace lo que a muchos le parecería una locura. La niña de Tenares, vende su casa, para proveer de fondos su idea. Un Centro de Capacitación para jóvenes de comunidades emergentes.
Hoy día, sus programas benefician entre 50 y 80 jóvenes a la vez, en su mayoría dominicanos, de la comunidad de Allapattah. A ellos se les facilitan las herramientas tecnológicas necesarias, para superar las limitaciones y desigualdades que su ambiente les ha impuesto. Hoy día tiene programas pilotos con universidades como MIT y Harvard, para el desarrollo de aplicaciones para Smart-Phones.
Así como “la filantropía y la política no mezclan”, nos explica, así mismo es “mejor dar que recibir”. Acción que afirma, contándome entre sonrisas, sobre los intercambios que tuvo con su hijo, al él enterarse que ella estaba sacando dinero de su fondo de retiros, para financiar nuevas iniciativas.
Amada “Luchadora por la Humanidad” Vargas, ha visto pasar varios periodos de siete años sin sentir el cosquilleo de regresar a la isla. Sin embargo, dice sentir la patria por dentro siempre. Desea lo mejor para ella y afirma que pudiéramos estar mejor, pues “los dominicanos tenemos ideas brillantes, pero nos falta el más importante elemento para lograrlas. La perseverancia.”
Terminando nuestra conversación, le aseguré que la nación que ella sueña aún existe.
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