CONVERSACIONES CON LA DIÁSPORA -Comencemos a escuchar a los de la Patria, por qué estoy seguro de que la Nación que ellos sueñan, aún existe. Esta semana estuve en la Patria. Por lo que opté por hablar con mis compatriotas de la isla. En especial con esos que han considerado dejarla.

Entendí al igual que con los de la Diáspora, que había que escucharlos, por qué estaba seguro de que la Nación que ellos sueñan, aún existe.

Nelson Mallén y Edra Fernandez De Castro, son parte de la Generación llamada «Milenials» y lo reconocen. De aquellos que esperan gratificación inmediata, pero que creen que todo es posible si cooperamos el uno con el otro. Una disparidad, pero el perfecto balance para el mundo que le hemos fabricado.

Son una pareja de jóvenes profesionales, de procedencias, estamentos y círculos sociales similares, que terminaron conociéndose por culpa de la arquitectura, a pesar de haber vivido apenas kilómetros de uno y el otro. (Los Arq. entenderán porque citó el pensamiento así)

Comenzamos el recuento desde sus infancias. Nelson se crió en Arroyo Hondo y estudio en el San Judas Tadeo, hasta graduarse de Bachiller. Según lo ensaya, parece que fuera testigo del cambio de su país, a través de la ventanilla del vehículo que lo llevaba a diario desde su casa al Ensanche Naco. Abunda poco sobre su niñez, como si en ella no hubiera nada especial, más allá de la cotidianidad sana. Parece que vivió una infancia estable, de esas que todos queremos para nuestros hijos. Sin tormentos ni escenarios trágicos.

Inclino la conversación hacia los deportes, esperando que me diga que es del Licey, para aprovechar un jocoso careo con mis Águilas, pero me confiesa que solo participó en deportes de manera informal. Mallen es parte de esa generación de jóvenes dominicanos que se criaron con referencias extranjeras, pues me cuenta que su ocio y curiosidad era una más inclinada hacia los vídeo juegos.

Opta por ir a UNIBE a estudiar Arquitectura, donde dice conocer amigos de vida. Llega a la carrera por influencia de familia. Su Mamá, hermana y Tíos son todos arquitectos. Su Papá estudió Diseño Interior. Y con orgullo menciona su bisabuelo, quien fuera Maestro de Obra en España.

Edra también es de la Capital. Se crió en La Esperilla y cursó sus estudios en el Babeque. Desde pequeña fue expuesta a clases de Tap y Jazz, lo que sin darse cuenta me cede como el primer acto de sensibilización hacia las artes. Sus padres parecen haberla expuesto desde pequeña, a espacios de referencias, más allá de los arrecifes que nos limitan. Pero creo que es de los viajes en verano hacia NY, donde termina por ser influenciada por lo que hoy es su pasión, la arquitectura. Esta la estudiaría en UNIBE.

Más adelante, con sonrisa en boca, confirma que sus amigas, a quienes ve como hermanas, han sido la mejor de las influencias y sus mejores amigas. Pero que su gran «Wonder Woman» es su tía. Hoy una arquitecta y urbanista de 80 años d edad, que aún ejerce. Dice con más orgullo, que poseía pensamientos «Verdes» y los reflejaba en sus diseños, mucho antes de que fueran populares.

Ella ve a los apasionados de su carrera, como competentes y valiosos individuos que pueden aportar más de que su conocimiento, al país.

Ambos, Edra y Nelson, recuerdan poder salir a la calle cuando muchachos y creen que las nuevas generaciones, debido a la criminalidad o la sobre promoción de ella, no tendrán ese importante escenario de herramientas de socialización y resolución de conflictos, a su disposición.

Nuestra conversación adquiere un aspecto relativo y referencial, cuando les opino que «los acontecimientos de la nación son los mismos que presenta un adolescente en su periodo de maduración». Que, a pesar de ser patrióticos, los criollos tendemos a resaltar más, los aspectos negativos que debemos corregir. Les aseguro que eventualmente de estas situaciones, sale un mejor país.

Ambos me confiesan que a pesar de estar yéndole muy bien, a menudo les llega la idea de partir del país, preocupados por la pérdida de los valores y la insistencia de la sociedad en buscar las cosas fáciles. No obstante, siempre recurren a esos pensamientos esperanzadores de todo soñador de la arquitectura, donde el dominicano siempre se crece. Pues nos conocemos por ser cooperadores y protegernos entre sí. Esos somos los dominicanos.

Y así, estos «Milenials», a quienes siempre se les acusa de ingratos y desconectados, se acercan a una conclusión sorprendente. Fijaron con gran seriedad, «que las cosas de valor no vienen con el inmediatismo por el que se nos conoce, sino con el tiempo y la calidad rendida.»

(Edra y Nelson, comparten su Firma de Arquitectos MFC, con Larissa Mesa, la cual dicen haber estado presente entre sus palabras, a lo largo de la conversación.)

Terminando nuestra conversación, les pedí no querer verlos ser parte de ninguna diáspora y les aseguré que la nación que ellos sueñan aún existe.

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